viernes, 18 de septiembre de 2009

Multicolores bodas de plata del diario El Popular

Cuando era adolescente, un cuarto de hora no importaba nada y un cuarto de siglo era una eternidad inalcanzable.

Hoy, 17 de setiembre del 2009, como si apenas hubiesen transcurrido 25 segundos, se cumplen 25 años de la fundación del diario El Popular.

Golpes frenéticos y timbres persistentes retumban en las puertas de mi memoria y de mi corazón. Es que me tocó ser uno de los parteros de ese diario.

Fue el primer cotidiano en el Perú impreso con sus páginas a todo color, tira y retira, de primera a contra.

Fue un esfuerzo extraordinario y de avanzada, del grupo empresarial que había construido ese gran buque insignia llamado La República.

También fue parte del sueño terco de Guillermo Thorndike de lanzar en el Perú un vespertino frívolo de gran tiraje.

Era pues la marca que le habían dejado los señeros tabloides Última Hora y La Tercera.

Pero había otro ojo avizor, el de Gustavo Mohme Llona, quien no escatimó esfuerzo para echar a la mar la nueva nave.


ETERNO BRINDIS. Gustavo Mohme Llona y Guillermo Thorndike forjadores de La República y El Popular.

Hoy El Popular mantiene su propio mercado y trata de expandirlo.

Se puede aceptar o rechazar su línea un poco más “chichosa” que chistosa o entretenida.

A veces presume. Pretende tomar en serio la política.

De vez en cuando no sé si darle la razón.

Nuestros políticos y altos funcionarios públicos lo provocan. Cada día se esfuerzan en protagonizar hechos policiales, cuando no circenses.

Eso sí, en deportes y espectáculos difícil que le pisen el poncho.

Nadie puede negar pues que El Popular tiene arraigo en el público y es sólido pilar de su grupo editorial.


Bodas de plata…los recuerdos

Ha pasado un cuarto de siglo. ¿Qué sientes? me pregunto en esta soledosa buhardilla.

Montañas de nostalgias, me respondo como hablando con el espejo del tiempo. Inmenso orgullo.

¡Cómo desfila nítido el recuerdo de los grandes compañeros de aquella feliz aventura periodística!

Ah... y al escribir esta memoria, siento otra vez esa misma emoción vívida del primer reto.

Aquella angustia agridulce que sentimos los meses de recopilaciones, afanes, desvelos, ensayos, ediciones cero, que demandaron el nacimiento de El Popular.




Era como si te hubiesen reclutado para una guerra.

Te entrenaban tanto, y tú esperabas entrar en cualquier momento a la batalla real.

Una y otra vez, nos alertaban: Muchachos, ¡déjense de vainas! ¡mañana salimos!...

!Cuántos zafarranchos de combate!…hasta que por fin se vio la luz un 17 de setiembre.

Estábamos tan cansados y bastante frustrados que ya nos pareció un sueño, un simulacro más.

¡Pero era cierto! Allí estaba el primer número en nuestras manos trémulas, calientito como el pan de cada día.

La primera portada

¡Cómo olvidar aquella primera portada!

Una semana antes viajé a Chimbote con Rolando Ángeles, ese maestro entrañable de la vida y del reporterismo gráfico.

Teníamos la consigna de realizar un reportaje sensacional –o sensacionalista- sobre una fiebre del oro que se había desatado en la desembocadura del río Santa.

En el terreno comprobamos que era cierto.

Pero esa fiebre no era una fuente de riqueza súbita para un ejército de desarrapados que removía toneladas de arenas para lavar y reunir unas onzas de oro.

Eran desocupados atrapados por la pobreza extrema.

Ex trabajadores agrarios, siderúrgicos, pescadores, empujados con sus familias a la miseria por el gigantesco descalabro financiero de esa rica región.

Los que sí hacían negocio eran inefables personajes que les compraban ínfimas cantidades del metal precioso hasta reunir cantidades más o menos negociables.

Fuimos por una historia alucinante y regresamos con un drama desgarrador.

Eso produjo desavenencias con uno de nuestros editores.

Ángeles y yo nos reintegramos a La República, pero la noticia de los hombres, mujeres y niños desarrapados, buscadores de oro en la bahía de Chimbote, fue la primera plana de la primera edición de El Popular.

¡Hay tanta tinta en el tintero!

Otro día propicio tal vez tengamos tiempo de relatar con mayor detalle y amplitud la historia de El Popular y el Grupo La República.

Hoy solamente me he dejado envolver por el rapto inevitable de la emoción y la nostalgia de aquel tramo apasionado de la aventura de la vida.

Pero jamás pudiera poner punto final a esta crónica sin alzar mi homenaje, mi cariño y agradecimiento a todo ese equipo de talentos que hizo posible el nacimiento de El Popular.

Mencionarlos a todos sería cuestión de no acabar el texto. Arriesgarme a alguna omisión imperdonable.

Un abrazo enorme Óscar Cuya Ramos y en tu nombre, un abrazo para todos los fundadores ausentes y presentes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario