lunes, 10 de mayo de 1999

Santa: Otro crimen que involucra al Grupo Colina

- Revisan secuestro de 9 campesinos

La República. 10/5/99. En los próximos días la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH), analizará la denuncia contra el gobierno peruano y los miembros del grupo Colina del Sistema de Inteligencia Nacional (SIN), por la desaparición de nueve jóvenes campesinos en la localidad de Santa de la provincia del mismo nombre, cerca de Chimbote.
Esta grave violación de los derechos humanos fue perpetrada en la madrugada del 2 de mayo de 1993, hace siete años.

Padres de víctimas del Grupo Colina
VÍCTIMAS. Hormecinda Velásquez, madre de Gilmer León y Alejandro Castillo, reclaman a sus hijos.

Miguel Jugo, coordinador de la Asociación Pro Derechos Humanos, Aprodeh, señaló que la denuncia ante la CIDH fue formulada el mismo año en que se cometieron los secuestros y el actual periodo de sesiones que celebra ese organismo internacional incluye dicho caso.
La misma información fue confirmada en Chimbote por la madre Grace O'Meara Mecvi y el abogado Víctor Mendoza Benites de la Comisión de Justicia Social de la Diócesis de la provincia del Santa.
Coincidentemente, la fiscal provincial penal de Chimbote, doctora Nancy Moreno Rivera informó que la Comisión de Derechos Humanos del Congreso le ha solicitado informes del expediente archivado que obra en su despacho.
La característica de los secuestros o apresamientos extrajudiciales que se cometieron en el pueblo de Santa es muy similar a la que perpetraron el año 92 los criminales del grupo de ejecución Colina contra nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, quienes fueron ejecutados y enterrados clandestinamente en los alrededores de Lima.
Hay otros indicios que apuntan hacia la culpabilidad de ese grupo paramilitar del SIN.
La investigación del secuestro de los nueve campesinos de Santa sufrió numerosos tropiezos y finalmente fue archivada por la Ley 26479 o "Ley de Amnistía", que favoreció con la impunidad a los agentes del tenebroso grupo del Servicio de Inteligencia, autores de numerosos crímenes.
El expediente judicial tuvo que ser obligatoriamente archivado cuando la fiscal provincial Nancy Moreno había expedido una resolución en la que señalaba como responsables del secuestro de los nueve campesinos a "efectivos militares y policiales".
Inclusive la doctora Moreno había citado a su despacho al mayor Santiago Martin Rivas, Kerosene, cuando todavía purgaba prisión como uno de los principales responsables de la matanza de La Cantuta.
En la página final del voluminoso expediente que consta de 508 folios aparece un recurso firmado de puño y letra por Santiago Martin Rivas, donde conmina a la fiscal a archivar el caso definitivamente "bajo responsabilidad" en estricto cumplimiento de la citada ley de amnistía, más conocida en las instituciones defensoras de los derechos humanos como "ley de impunidad".
La justicia tarda, pero llega. Siete años después de que los nueve jóvenes de Santa fueron violentamente arrancados de sus domicilios en ropa interior, para nunca más aparecer, la CIDH puede lograr el "milagro" de que el caso se revise, se identifique plenamente a los autores materiales e intelectuales de las desapariciones y se conozca el destino que tuvieron los nueve campesinos.


- Hace 7 años los arrancaron de sus casas amarrados, semidesnudos
Pesadilla inolvidable en Santa

Para las madres, padres, hermanos, hijos y amigos de los nueve desaparecidos lo que aconteció en la madrugada del 2 de mayo de 1993 permanece en sus recuerdos como una pesadilla inolvidable, inacabable, y está clavada en sus sentimientos como una herida sangrante, incurable.

Olinda Ríos, madre de víctima del Grupo Colina
EL ROSTRO DE LA DESOLACIÓN. Olinda Ríos, aquella noche negra se llevaron a su Jesús.

Cómo poder olvidar aquel repentino rumor de motores en el silencio de la tranquila y oscura noche, el cotorrear previo de hombres altos y fornidos, cubiertos con pasamontañas y armados con fusiles automáticos.
Luego el retumbar de los disparos para sembrar pánico y el violento estrépito de los puntapiés y culatazos a las endebles puertas de madera de las humildes viviendas.
El grito desgarrado de las madres y los niños, las protestas de los hombres ahogadas con golpes brutales y sucias palabrotas. Los cuerpos ateridos y amarrados de los secuestrados, sus ojos de animalitos asustados que no encontraban explicación alguna a los que les estaba sucediendo y después..., otra vez el silencio, la quietud, la angustia, y nueve ausencias definitivas, incomprensibles.
"Cómo voy a olvidar o perdonar si se llevaron al hijo de mis entrañas solamente porque pidió que no apresaran al hijo del vecino. Jefes no se lleven a mi amigo, suplicó. ¿Así que tú eres su amigo? Tú también te vas, carajo, le dijeron y lo arrastraron. Lo que es la vida, el joven Rafael Cano aprovechó eso y logró safarse, se salvó corriendo por el maizal", refiere doña Hormecinda Velásquez, quien está otra vez bañada en lágrimas por el dolor que la asalta, como si de nuevo estuviera viendo y sintiendo lo de aquella noche abominable.
Ella es madre de Gilmer León Velásquez, estudiante y agricultor de 23 años quien en aquella madrugada regresaba de una parrillada que se organizó en el mercado del pueblo para celebrar el 1º de Mayo.
Gilmer ya casi llegaba a su casa del barrio de San Carlos, venía montado en bicicleta y vio que su cuadra estaba bloqueada por tres camionetas "4x4" con lunas oscuras y sin placas y que también había un automóvil con una luminosa circulina en el techo.
No salía de sus asombro, los encapuchados tenían botas militares, estaban armados y entraban derribando la puerta de su vecino del frente. No tuvo tiempo de pensar mucho, le cayeron encima, lo patearon y lo subieron a una de las camionetas. Su bicicleta quedó tirada en el suelo, hasta ahora está en su casa como esperando al dueño que ha emprendido un viaje forzado sin retorno.

Golpean a minusválida
Frente a la casa de Gilmer los asaltantes habían derribado la puerta de la familia Castillo Chávez y se escuchaba un griterío desesperado.
"Mi hija menor es enfermita, tiene retardo, por eso salió despavorida y la agarraron a golpes mientras nos apuntaban contra la pared", recuerda Alejandro Castillo Vega, padre del secuestrado Denis Castillo Chávez, quien en ese entonces tenía 22 años de edad.
Denis desafió a la muerte y se abalanzó furioso contra los hombres que golpeaban a su hermana. "¡A ella no, malditos, mátenme a mi, mátenme a mi!", gritaba Gilmer, quien además, como la mayoría de pobladores, estaba bebido por los festejos del Día del Trabajo. Lo golpearon y lo cargaron semiinconsciente.
Don Alejandro dice que en realidad entraron a su casa buscando a dos jóvenes desconocidos que se habían escapado cuando ya los tenían.

¿Y por qué a Fri-Fay?
Luego rompieron la otra puerta y encontraron tirado en su cama a Federico Coquis Vásquez, de 29 años de edad, un alcohólico empedernido que prefería vivir solo en su cuartucho de San Carlos, separado de sus padres y hermanos que vivían cerca, en Javier Heraud.
¡Te haces el cojudo, te haces el que duermes, después de escaparte! ¡Camina, carajo!, le dijeron mientras lo alzaban en vilo. Como todos los otros secuestrados, estaba en calzoncillos. Así se los llevaron.
A Federico le decían "Fri-Fay", era conocido en todo Santa, tenía "angel", simpatía, era muy pobre, descuidado, la gente le regalaba comida en los restaurantes, en el mercado. ¡Fri-Fay"! le gritaban los muchachos y él sonreía, y saludaba tambaleando de puro borracho.
Le decían Fri-Fay porque era gringo , colorado, y para simular que hablaba inglés pronunciaba ese extraño vocablo cuando ya se había pasado de tragos.
De vez en cuando trabajaba para sobrevivir. ¿Por qué lo secuestraron? Todos los testimonios evidencian que lo confundieron con uno de los que se escaparon, o tal vez, simplemente por impotencia y rabia absurda, criminal, al no haber encontrado a los que buscaban.
Otros dicen que no les importaba atrapar culpables o inocentes porque su objetivo era aterrorizar a la población, era como disparar ráfagas con los ojos vendados en medio de una multitud. Un juego desalmado, repugnante.

Huérfanos pajarillos
Jesús Noriega Rivas tenía ya 45 años de edad, estaba casado, cuatro hijos, el mayor tenía siete. este niño presenció el brutal secuestro de su padre, ahora es un niño callado, por las noches se sobresalta y despierta llorando.
"Mis nietos ya nunca serán felices, son como pajaritos heridos muy adentro, sobre todo el mayorcito, nosotros tampoco, ya para mi no existe la felicidad, ni siquiera la tranquilidad. ¡Jamás dejaremos de reclamar a nuestros hijos! ¡Sépanlo bien, una madre jamás se cansa de esperar y de buscar cuando tiene a sus hijos ausentes, extraviados!"
Doña Olinda Ríos de Noriega, madre de Jesús, empezó hablándonos bajito, muy triste y trémula y poco a poco fue elevando la voz hasta quebrarse por la amargura y el dolor.
Los Noriega viven en Javier Heraud, barrio polvoriento de casas de adobe y algunas de material noble, allí tienen una tienda vivienda. El padre es don Alejandro Noriega Cardozo, conocido compositor de valses criollos. Varias de sus canciones formaban el repertorio del Cholo Berrocal. También fue dirigente campesino, en su familia hay varios luchadores sociales, su hijo mayor murió asesinado, la policía sospechaba de él y lo calificaba de subversivo, pudiera ser que por esa sospecha decidieron eliminar al hermano menor.

El calvario de una madre
Los hermanos Roberto y Carlos Barrientos Velásquez vivían con su madre y sus otros cuatro hermanos en una modesta casa del barrio de La Huaca. Ambos trabajaban como pescadores artesanales en el cercano distrito de Coishco.
Por esa época Coishco era considerado "zona roja".
Esa noche buscaban a Edwin el mayor, pero al no encontrarlo se llevaron a los menores.
Tal vez nadie como doña Cruz Velásquez, madre de los Barrientos, recientemente fallecida, haya sufrido tanto con este absurdo y criminal secuestro. Después que desaparecieron sus dos hijos, apresaron a Edwin y a Maribel, otra de sus hijas, acusándolos de terrorismo. Los juzgaron y los sentenciaron, andando el tiempo apelaron y fueron absueltos y liberados.
Doña Cruz fue presa de la tuberculosis y, así enferma, tuvo que hacerse cargo de los 11 hijos de sus cuatro hijos ausentes. Además tenía que soportar las constantes visitas y allanamientos policiales, pues también buscaban a una quinta hermana, Carmen.

Madres de víctimas del Grupo Colina
MADRES DE MAYO DE CHIMBOTE. Año tras año salen a las calles exigiendo justicia.


Las Víctimas

Barrio Javier Heraud
Jesús Noriega Ríos. 38 años de edad. Padre de tres niños. Hijo del compositor criollo y luchador agrarista Alejandro Noriega Cardoso. Hermano asesinado el 30 de julio de 1990, calificado por la policía de subversivo.

Barrio San Carlos
Hermanos Carlos (22) y Jorge Tarazona More (18). El primero dirigente del Comité pro Instalación de desagüe de su barrio. Al menor, quien tenía dos hijos, lo llevaron solamente porque protestó por la detención de hermano y se ofreció en canje. Otro hermano, mayor que ambos, Jorge Tarazona, fue soldado del Ejército y murió en Ayacucho en acciones contrasubversivas. Su madre, María More Bedón, se ha quedado sola y tiene que pedir ayuda a sus parientes para criar a los nietos que le dejó Jorge.

Gilar León Velásquez, 22 años, agricultor. Lo llevaron porque pidió que no detuvieran a su amigo Rafael Cano, éste aprovechó la confusión para huir por la chacras vecinas.

Denis Castillo Chávez, 22 años. Estudiante de química industrial en un instituto superior de Chimbote. Lo apresan por salir en defensa de su hermana minusválida, a quien estaban golpeándola.

Federico Coquis Vásquez. 29 años, conocido en todo el distrito como "Fri-Fay", alcohólico empedernido, personaje festivo. Vivía solitario en una habitación. Lo llevaron porque creyeron que era uno de los que escaparon y se estaba haciendo el dormido.

Pedro Pablo Gonzales, 25 años, agricultor. Sin antecedentes penales ni policiales, tampoco era dirigente de barrio, pertenecía a a una familia muy humilde.

Barrio La Huaca
Los hermanos Roberto (42) y Carlos (21) Barrientos Velásquez, pescadores artesanales. Primero habían detenido a su hermana menor Maribel acusándola de senderista (después fue absuelta). Luego detuvieron al mayor de todos, Edwin, bajo el mismo cargo (también absuelto). En determinado momento la madre, Cruz Velásquez, se quedó sola, enferma de TBC, cuidando a sus 11 nietos.



Artículo publicado en el diario La República el 10 de mayo de 1999. Fotos: José Abanto.