miércoles, 30 de septiembre de 2015

Humberto Castillo Anselmi La leyenda del reportero

PERIODISTA CON HUELLA. El Chivo ha sido el mejor reportero peruano de los últimos tiempos

- Semblanza de César Terán Vega publicada en setiembre de 2012 en la revista ¡Qué tal! del Club de Periodistas del Perú

Entrevistar a Humberto Castillo Anselmi, el legendario reportero peruano, quien ha marcado el rumbo de las generaciones de periodistas de la segunda mitad del siglo XX y lo que va de esta centuria, es como esperar pacientemente, días, semanas y aún meses, en las alturas del valle del Colca para admirar, aunque fuera solo unos minutos, el majestuoso vuelo de un cóndor.

La metáfora no es exagerada, ni mucho menos. Lo sabemos los periodistas contemporáneos suyos. Lo saben también muchos de las nuevas generaciones que siguen sus pasos, ejerciendo ahora el antiquísimo oficio de comunicar, pero con nuevas y asombrosas herramientas electrónicas denominadas “virtuales”, aunque, en verdad, la virtud real sigue siempre dependiendo del ser humano, de su conocimiento, su talento, creatividad, inspiración y sentimiento.


Quién de nosotros no conoce la personalidad del querido, respetado y admirado “Chivo” Castillo, el periodista de pluma ágil, certera, capaz de pintar con la palabra escrita paisajes hermosos y también tenebrosos, acontecimientos que han marcado el destino de nuestra sociedad y nuestra patria. Y su capacidad de penetrar, tras las apariencias, en el alma de personajes señeros como el Papa Juan Pablo II, Charles de Gaulle, Ernesto Hemingway, Luis de la Puente Uceda, Fidel y Raúl Castro, Juan Velasco Alvarado, Salvador Allende, Alfonso Barrantes. La lista es larga y se sobrepone a ideologías y partidarismos.

Como decía Alejo Carpentier, el periodista es testigo cotidiano de la historia. En este caso, no simple fedatario de los acontecimientos, sino explorador de hechos y personajes en un contexto histórico de causas, raíces y proyecciones.

Grande en las alturas, inmenso en las cimas, Humberto, aquel reportero de la temprana y plateada cabellera, también es capaz de confundirse hasta la más íntima solidaridad con personajes anónimos, humildes, protagonistas de epopeyas sociales en el mundo de los marginados, como los comuneros de Huayanay y las humildes y desarrapadas familias que invadieron el arenal de Lomo de Corvina, hoy Villa El Salvador, que ahora se erige como una próspera y pujante ciudad del siglo XXI.

El maestro Domingo Tamariz me dio el encargo de entrevistar a Humberto para la presente edición de ¡Qué tal!. ¡Misión imposible!, me dije, sabiendo que nuestro personaje siempre fue reacio a convertirse en objeto y sujeto de la noticia. Mil veces han querido convencerlo para que escriba sus memorias o que, por lo menos, las cuente pormenorizadamente.

PERFIL. Humberto Castillo y el autor de la nota en la primera entrevista concedida por el Chivo tras décadas de perfil bajo
Otras mil ha rehusado a lo que él considera “una tentación” ¡Que tipo más terco y austero para conservar el perfil bajo. Una modestia incurable, probablemente adquirida de sus orígenes andinos o su vena materna italiana, cautelosa hasta el misterio.

Diestro en lograr entrevistas imposibles, como aquella vez en la que se disfrazó de ayudante de un famoso peinador y estilista de la alta sociedad limeña, para burlar todos los muros “inexpugnables” de la seguridad que rodeaban a Palacio de Gobierno donde estaban alojados el legendario mandatario francés Charles de Gaulle y su esposa, sin embargo, por años ha sabido mantener firme su decisión de no ser protagonista de la noticia.

El resultado de aquella osadía fue un inmenso gol olímpico. El Chivo Castillo le dio baile con zapateo al exclusivo “staff” de prensa que acompañaba a De Gaulle por su gira en América del Sur. Las primeras páginas de Correo y los reportajes con fotografías exclusivas, tomadas por el fotógrafo oficial de Palacio, dieron la vuelta al mundo.

El gobierno francés otorgaba un premio al mejor reportaje de la gira en cada país. En el Perú el galardón se quedó con Humberto Castillo, nada menos.

Volviendo a las dificultades para lograr esta entrevista, que ya veo que se está convirtiendo más en una semblanza, no exenta de emoción, pero si fiel al testimonio obtenido de una prolongada conversación que había esperado tanto tiempo, quiero precisar que no es que Humberto sea un hombre hosco, aislado y difícil de tratar.

Foto 1. "En el Campo de Marte, el legendario y famoso reportero tuvo una conversación con el colega César Terán para grabarla en marco de oro".
Foto 2. "El Chivo Castillo cuando aún tenía el pelo negro. Lo acompañan el Chasqui Roberto Martínez Elizalde, Luis Curie Gallegos, Justo Linares Chumpitaz y Luis López Aliaga".
Foto 3. Entrevistando a Alfonso Barrantes Lingán. Año 1985.
Foto 4. Humberto Castillo con el escritor Julio Ramón Ribeyro. 




Todo lo contrario, tiene la afabilidad a flor de piel. Sus colegas que compartieron jornadas inolvidables, sueños y aventuras en La Prensa, Correo, La Crónica, La República y otras publicaciones, saben que le deleita la tertulia, ora reflexiva, ora festiva y divertida. Toda aquella vivencia acontecía en un cenáculo, a la luz de la amistad, pero sin aspavientos ni publicidad.

Para lograr este encuentro con el gran amigo, el hermano mayor de mi peregrinaje periodístico, un poco utilizando su estrategia, había que tender una celada, de modo que lo llamé y no le dije que se tratada de una entrevista formal, sino de tomarse un café para que me cuente “un par de anécdotas”, para la revista del Club.

Me cuidé de no avisarle que iría con reportero gráfico. Cando vio la cámara no le gustó mucho y se extrañó más cuando vio que portaba una grabadora. Sentí vergüenza. Imagínense, ir con una grabadora para entrevistar a un inmenso reportero que nunca utilizó ese artefacto para escribir sus crónicas emblemáticas, en fin, las puertas del Club Ancash demoraban en abrirse y la tensión fue desapareciendo hasta que se entabló la tertulia que nos envolvió casi dos horas.

Hablar tanto y de tantas épocas. El testimonio que tengo ahora es un verdadero tesoro periodístico que prometo compartirlo en una publicación con mayor espacio (*). Para los amigos y entrañables compañeros del Club de Periodistas, van dos de las muchas confidencias de Humberto.

Él nació en Huamachuco, porque su padre fue maestro de escuela y enseñaba en esa localidad. Estuvo tres meses y a su padre lo trasladaron a otro pueblo liberteño, luego lo llevaron a su querida ciudad de Trujillo.

¿Por qué el cariñoso apelativo de “Chivo”? Porque a alguien se le ocurrió que su padre era del vallecito interandino de Usquil a cuyos pobladores les llaman chivos. Humberto heredó la “chapa” de su padre.

Pero no se crea que Humberto vive solo recordando y añorando el pasado, también vive intensamente el presente y se proyecta al futuro. Cuando se le pregunta qué aprecia del moderno periodismo digital y ciberespacial, sin dudar responde: “El periodismo de investigación, se ha avanzado mucho”.

Te compro el burro
Corrían los años 60. Humberto escribía para el diario Correo. Cierto día un avión se estrelló en los picachos andinos de la Cordillera Negra, entonces le encomendaron ubicar el lugar del accidente junto con Rolando Ángeles Jaimes, uno de los grandes reporteros gráficos peruanos de todas las épocas.

Les dieron viáticos, provisiones y una camioneta. Viajaron primero a Chimbote, luego ascendieron por San Jacinto y avanzaron más arriba hasta que la carreta “desapareció”.

“Pese a la altura, teníamos que avanzar, porque sabíamos que la competencia también hacía lo mismo por otras rutas. Había que llegar primero a la notica.
Ya no dábamos más. De pronto divisamos una chocita. Salió un campesino y le pedimos que nos alquilara un caballo, o aunque fuera el burrito que estaba a la vista.
-No señores, mi burro no se alquila, se lo llevan ¿y si no vuelven?
-Bueno, dijo Humberto en una acción desesperada, entonces te compro el burro, ¿Cuánto quieres?
-No sé, será pues 80 soles…
-Rolando, tú eres el tesorero, dale los 80.
Montaron en el pollino y llegaron primero, Tomaron fotos, recogieron vestigios, documentos de primera mano y retornaron. De vuelta encontraron otro campesino.
-Oye paisano, te vendo mi burrito.
-No, señor, no tengo plata, además ese burro ya está muy viejo, no me sirve.
-Pero no te vamos a cobrar caro, dí cuánto pagas.
-Caray, pero no se vaya a ofender, le daré pues 100…
-¡Trato hecho!"


(*) La familia de César Terán conserva la grabación de la entrevista.