En otra urbe un hombre de éxito profesional y económico, varias veces divorciado por incompatibilidad de caracteres o porque no ha logrado solucionar su soledad satisfaciendo plenamente su necesidad de afecto y placer al mismo tiempo, abre un buscador en el ciberespacio y escribe las letras “XXX”. Como es “natural” y “lógico”, se le abren mil portales ofreciéndole lo que pide en todas sus modalidades y variedades.
A la misma hora, al otro lado del mundo, en una capital del Oriente Medio un creyente musulmán realiza el mismo procedimiento que el cristiano para leer un mensaje del Corán y recordar sus deberes espirituales para el resto del día.
Un exitoso financista pondría las palabras “bolsa de valores”, o abriría un sitio web específico donde pueda tomarle el pulso al mundo de los negocios, inversiones, ganancias y especulaciones bursátiles en tan solo unos instantes.
La misma herramienta mágica de nuestros días sirve eficientemente al jefe de un cartel de drogas o a un traficante de armas.
PELIGROS DE LA RED. ¿Es inofensivo Internet? (Foto: Mikael Albrecht/Flickr).
¿Es buena o mala la Internet?
Es muy bueno y excelente como herramienta humana. Es el más portentoso avance logrado hasta el momento por el hombre en su increíble aventura tecnológica.
¿Hasta donde avanzará y crecerá esta colosal obra humana que pretende romper todos los espacios y cubrir todos los vacíos? ¿Hasta la conquista de la Eternidad? Me permito formular una modesta reflexión en los últimos minutos de este octavo año del Siglo XXI.
Por estigma de imperfección, toda grandeza humana entraña y engendra la semilla de su propia destrucción. La milenaria batalla entre el bien y el mal ha entrado ahora en una etapa superior. El primero de estos enemigos está encarnado por el amor y el respeto al ser humano y la naturaleza que lo alimenta y cobija. El segundo por las guerras fraticidas, la destrucción del planeta, el egoísmo, la pobreza extrema y la riqueza desmesurada. Ambos tienen en sus manos esa maravillosa y a la vez terrible herramienta.
Utilicémosla para dar vida, amor y paz y no para destruir estos valores.
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