domingo, 16 de marzo de 2008

Fidel, la sucesión ¿La historia lo absolverá?

A fines de febrero y comienzos de marzo de 1993 me tocó asistir a un acontecimiento extraordinario en la República Socialista de Cuba, en calidad de enviado especial del diario La República de Lima, Perú.
Por esos días se celebraron las elecciones generales para elegir a la los miembros del Parlamento o Asamblea Nacional del Poder Popular y a los delegados ante las Asambleas Provinciales y Municipales. Se iniciaba así otra etapa determinada por el IV Congreso del Partido Comunista y su nueva Ley Electoral que pretendía democratizar los sistemas de elección de los gobernantes locales y nacionales, obviamente, con mecanismos muy diferentes a las democracias representativas de los países capitalistas.

Raúl Castro, junto a la silla vacía de Fidel en el Parlamento cubano
PRIMER DÍA SIN CASTRO. Diciembre de 2006, Raúl Castro junto a la silla vacía de su hermano Fidel en el Parlamento cubano (Foto: EFE).

Por Perú, fui el único periodista que asistió a ese acontecimiento de singular importancia, pero los comicios fueron cubiertos por más de cien reporteros de todo el mundo, entre corresponsales redactores, fotógrafos y camarógrafos. Muchos de ellos fueron enviados por las grandes cadenas de televisión de Estados Unidos, la BBC de Londres, la gran prensa escrita, radial y televisada del Lejano Oriente: Japón, China, Corea, por citar algunas redes mediáticas con gran influencia en los polos de poder del planeta.
El Muro de Berlín ya se había pulverizado física e históricamente. La Unión Soviética había desaparecido y Cuba atravesaba por su hora más dramática desde el triunfo de la revolución. Escaseaban los combustibles y los insumos para la industria y el transporte. Faltaban los alimentos como cereales, carnes, grasas, y cítricos que no se producían en la isla porque la desparecida Unión Soviética y el bloque de Europa del Este lo proporcionaba todo. Claro que este abastecimiento no era gratuito, tenía un enorme costo económico de dependencia pagado con el mejor azúcar del mundo y otro precio aún mayor: la dependencia geopolítica y militar.
El feroz e implacable bloqueo de los Estados Unidos estaba más firme que nunca y Cuba buscaba alternativas de vida o muerte.
Era evidente que la masiva invitación a la prensa del mundo constituyó parte de una nueva estrategia de apertura que ya se había iniciado con los primeros negocios hoteleros y turísticos abiertos allá por empresas y gobiernos de España, Francia y otros países ajenos al bloqueo norteamericano.
Desde la incomparable La Habana, la rebelde y culta Santiago de Cuba y otras cautivadoras ciudades, tuve oportunidad y privilegio de dar fe de lo que ocurría en aquel país acosado, aislado, pero altivo y combatiente, dicho sea esto sin fanatismos ideológicos sino, más bien, con la objetividad de un modesto testigo de la historia.
Fue entonces que por primera vez Fidel Castro Ruz se mostró al mundo como un líder avejentado, fatigado y, sobre todo, preocupado por el problema inexorable de la sucesión del poder en su longevo gobierno. No demostró desánimo ni derrotismo, sino preocupación por el futuro de Cuba. Por momentos silenciaba su proverbial elocuencia para escrutar en el horizonte de los tiempos venideros tratando de establecer cuál serían los mecanismos de sucesión más adecuados y también expresó su esperanza de que surgieran líderes jóvenes.
Admitió sin ambages esta preocupación y hasta anunció que si el gigante de Washington aflojaba el puño de acero del bloqueo, él se apartaría del poder. Todos sabemos que con el guerrerista presidente Bush esta probabilidad se ha ido desvaneciendo hasta lo imposible.
Por primera vez también Fidel admitió que la revolución cometió un grave error desde sus comienzos, al contrariar la tesis del autoabastecimiento defendida por Ernesto Che Guevara cuando fue fugazmente Ministro de Industria. Admitió ante los asombrados reporteros occidentales que Cuba no debió aceptar incondicionalmente desarrollar la monoproducción de caña de azúcar y someterse a una dependencia absoluta respecto de la Unión Soviética.

Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara
NO LE HIZO CASO. Fidel Castro reconoció en 1993 que se equivocó al desatender la tesis del autoabastecimiento propuesta por "El Che" (Foto: Usefulwork.com/shark).

En aquella inolvidable visita también fuimos testigos del gran desarrollo de Cuba en el campo científico, la educación, la salud, los deportes.
Inclusive descubrimos que el famoso "rey del del pop" Michael Jackson estaba tratándose subrepticiamente en un hospital de La Habana por el creciente deterioro de la piel que ya lo afligía.
Todos esos testimonios, de primera mano, están contenidos en los reportajes que entonces publiqué en los diarios limeños La República y El Popular.
Los esfuerzos de apertura a la globalización desplegados en las últimas semanas por Raúl Castro, están relacionados indudablemente con estrategias que ya tienen vieja data.
No tanto por nostalgia, sino porque los temas allí citados han recobrado increíble y palpitante actualidad, he decidido reproducir los artículos de 1993 en esta Buhardilla:

- Fidel habla de Fidel (14 de marzo de 1993).
- Retrato de Fidel (7 de marzo de 1993).
- Cuba correrá el riesgo de buscar nuevos mercados (6 de marzo de 1993).



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