miércoles, 24 de noviembre de 2021

César Terán Vega, el heraldo huambino que voló a la hora azul

Semblanza publicada en el número 8 de la revista Wambosmarka, que dirige el sindicalista y periodista huambino Óscar Alarcón Delgado. Edición de homenaje a los 60 años del Colegio Ezequiel Sánchez Guerrero de Huambos, Chota. 

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📸 Pueblo de Huambos y César Terán, cuando era editor de opinión de El Peruano, en la Plaza Mayor de Lima, 2012.

Periodista, maestro de generaciones de hombres de prensa, labriego de la palabra. Poeta. Nació en Huambos, el 22 de septiembre de 1946. Hijo y nieto de maestros, su abuelo fue el amauta bambamarquino Catalino Terán Terrones. Fue miembro de la primera promoción del Colegio Ezequiel Sánchez Guerrero, Los Heraldos ezequielinos. 
Estudió periodismo en la Escuela Superior Jaime Bausate y Meza y derecho en San Marcos. Falleció el 12 de mayo de 2014, a los 67 años, víctima de cáncer de hígado. Su partida causó conmoción entre sus innumerables amigos, alumnos y colegas. Hoy lo recordamos con fragmentos de algunas de las semblanzas que se han escrito sobre él. 

EL PERIODISTA FIEL - Diario El Peruano 

César Terán tenía diversas cualidades: podía ser el jefe más exigente y curioso en diversos temas. A la vez, fue de los bohemios que gustaban de la charla sobre los problemas del país y de la bella literatura. Un consejero que ponía a la familia por delante. Para él, quien en 1979 había perdido a su esposa, la socióloga huambina Alcira Altamirano y, en 2001 a uno de sus dos hijos, Dante, la familia era lo más sagrado. 
Era un generoso compañero que tenía gran sensibilidad por los temas sociales, lo que le permitió escribir también grandes crónicas a su paso por distintos medios. Tenía un amplio conocimiento de la realidad del país, de la política y, sobre todo, de la vida. 
Desde la trinchera periodística de La República luchó por la democracia con el patriarca Gustavo Mohme Llona y entrevistando a dirigentes populares como Pedro Huillca. Ya a los 24 años, él mismo había sido sindicalista en Lima y presidente de la Asociación de Inquilinos de El Porvenir (La Victoria) que evitó la expropiación de viviendas ordenada por el gobierno del general Velasco. 
Era de los periodistas de fuste, que tomaba el oficio como un apostolado. No era raro verlo culminar sus labores pasadas las 10 de la noche y aún tener cuerpo para tomarse unos tragos comentando las vicisitudes del día. “En esos encuentros aprovechaba para escribir poemas sobre cualquier servilleta de papel que encontraba”, recordaba Octavio Huachani, con quien trabajó en los años ochenta. 
En sus últimos años también se metió en las nuevas tecnologías y alimentó de poesía su cuenta de Facebook, y de periodismo su blog La Buhardilla, visiones del Perú y el Mundo. 
Hasta los últimos días continuó escribiendo para el diario El Peruano desde una laptop en la cama del hospital. Como buen hijo de Huambos, César era apasionado de la tauromaquia y cronista taurino. Por ello, junto a su compadre, el torero Rafael Morán, y a su hijo Vladimir, fundó el portal Tauromaquias. 
Lo agradable de él, como recuerda César Chaman, jefe de informaciones de El Peruano, es que no imponía un fanatismo. “Era muy respetuoso de quienes estaban en contra de los toros. Lo mismo, su hinchaje por la ‘U’ era sosegado: gozaba con los triunfos de su equipo, pero jamás hacía burla del rival caído. Hasta en eso era un caballero”. El Peruano. 

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📸 ¡LOS CABALLOS ERAN FUERTES! ¡LOS CABALLOS ERAN ÁGILES!... César Terán declamando un poema de Chocano en el colegio E. S. G., 1965.

LA VIDA EN ABUNDANCIA - Armando Campos (†), director del grupo La Razón 

Recuerdo a César en La República, entregado al trabajo y a la bohemia. En aventuras propias de un gran periodista y escritor, porque no solo la lectura da belleza, también la experiencia de saber observar, palpar y vivir. Sus crónicas plenas de calidad han quedado grabadas como lecciones de auténtico periodismo. 
En las noches de cierre era el obligado redactor-editor de las noticias principales, era un todo terreno, el que todo lo puede. Es que Terán había salido de las vivificantes canteras del diario La Prensa, había pasado por la Crónica, la agencia de noticias Andina y recalado en La República donde dejó su maestría. 
Fue en la revista Caretas y finalmente como editorialista en el Peruano donde marcó su madurez política y solidez profesional como escritor centrado, veraz y contundente de los asuntos más importantes, desde economía hasta relaciones internacionales. 
Entendido y entusiasta impulsor de las agremiaciones profesionales. Basta recorrer sus escritos en las redes y conocer su transparente posición de presentar a los periodistas ante el país como legítimos orientadores, despojados de toda posición política y ambición personal. Somos servidores por siempre de la verdad, solía decir. 
Y así era, personaje de la profesión, protagonista de la bohemia y de la poesía, escrita en la hora azul del cielo al amanecer, aquellos instantes cotidianos en los que recordaba con el rocío de la mañana a su amada esposa, a su amado hijo mayor con los que hoy goza el eterno encuentro con la promesa de Jesús de la vida en abundancia. Armando Campos

JUAN DE LA PUENTE - Periodista y analista político 

César Terán Vega tenía una pluma solemne, traviesa y soñadora, cargada de los tácitos símbolos de un poeta. 

cesar teran familia alcira altamirano dante teran feria pacifico
📸 LA FAMILIA. César, Alcira Altamirano y sus hijos en la Feria del Pacífico de Lima, 1978.

LIBROS Y TOROS - Diario Trome 

El jefe de informaciones de La República, pertenecía a la generación de profesionales cultos, que hacían docencia con los redactores jóvenes. No era siniestro ni abusaba de su poder, como otros jefes amargados y malvados. Su calidad de persona la recuerdan todos los que tuvieron la suerte de trabajar con él. 
Le gustaba reunirse con los amigos para conversar y hablar de libros y toros. Su muerte conmocionó al ambiente periodístico. Se guardó un minuto de silencio en el Congreso de la República. Era muy querido y uno no quería pensar que tipos como él se podían ir. Trome

EMILIO AGUIRRE - Periodista y alumno 

Lo recuerdo como mi ex jefe de policiales y de informaciones de La República, que borró un artículo mío, sobre el velatorio de Pastorita Huaracina al que ambos asistimos, para rehacerlo en mi cara en pocos minutos. “Hay que informar cosas nuevas y nada de refritos”, decía. Al principio le tenía bronca, pero luego aprendí que uno debe ser así en este oficio. “Hay que leer de todo en todo momento, yo leo poesía en el transporte, eso ayuda a la hora de redactar”, aconsejaba. 

periodista Cesar teran en marcha protesta arequipa
📸 Enviado especial de La República a una protesta social en Arequipa, febrero de 1985.

EL AMIGO AUSENTE. - Walter Seminario, periodista peruano que trabaja en Canadá 

Trabajé con César en La Prensa a principios de los años 80. Tenía sonrisa de estrella. Su rostro estaba siempre iluminado. “Los poetas no mueren”, dice un video en YouTube con el cual se rememora el significado y la trascendencia generacional de la vida de César Terán Vega. Los amigos tampoco, pienso. 
Ni los colegas buenos. César tuvo estos tres valores y muchos más. Tuvo, sobre todo, el don de la amistad. Tenía una personalidad que acaramelaba a sus semejantes: su paciencia, su saludo, sus palabras de amigo. Sus versos sueltos y su color del tiempo: sus horas azules, que vislumbró antes de volar hacia ellas. Walter Seminario. 

VIDEO: CESAR TERAN VEGA, periodista, poeta, amigo

   
Producción y post-producción: Alonso Huachani Ramírez / Octavio Huachani Sánchez alonso.huachani@hotmail.com 941672769 - 5791108

miércoles, 13 de mayo de 2020

Hora azul

Por: Jorge Rochabrunt (*)

César tenía el brazo levantado sobre su cabeza, con la rigidez propia de una estatua griega y en su mano, apretando con fuerza, un vaso cantinero lleno de cerveza salpicando espuma. Sus ojos siempre tristes de poeta enamorado, miraban a contraluz la cerveza aun burbujeante, en la mesa última de la viejísima cantina de Conde de Superunda. Miraba el cielo y las estrellas, quizás el pasado o su rostro angelical. Tres de la mañana. ¿Qué hago aquí? recuerdo que me preguntaba adormecido en el baño, por horas de cerveza y repentinas y furtivas tentaciones, Inevitables. Implacables. ¡Aprender mocoso! me decía Campos, con sus ojos pequeños y sus manos de gorrión, respondiendo sorprendentemente a mis cuestionamientos internos. Aprender. Entender. Vivir. Sufrir. Armando era una institución del periodismo policial, del periodismo de la calle, de la gente, entendido en el arte del delito, de la muerte, del dolor. Sabía quién era carne de presidio. Los olía. Los seguía. Y allí seguía con su brazo levantado, brindando con las musas de su febril mente, con una mirada añeja y perdida en el adiós de los años, atrapado en su propio túnel del tiempo, César, poeta, periodista, editor, amigo, loco, tauromáquico, fulminante, con papeles en los bolsillos de la camisa y siempre un lapicero en la oreja derecha, escribiendo versos en servilletas ¡Salud Rochabrunt, chibolo de mierda! y chocamos los vasos chispeantes de espuma, de felicidad, de periodismo corriendo en las venas, como el trago en esa madrugada. ¡Viva Piérola! decía siempre, mirando a la nada, llorando con la facilidad de un niño mimado. De felicidad, de dolor, de rencor, por lo que sea que haya decidido llorar esa noche. Ya pues bicéfalo, dale compadre; mientras, el rostro lívido de Ernesto, con su corte y camisas de policía de investigaciones de los sesenta, voz dura, dueño de la madrugada, un diente en su funda de oro, gran pendejo, unos viejos ray ban que usaba incluso de noche, gran periodista policial, reportero de luces y sombras, reía con su voz de gallo de pelea envuelto en su aura dura de blanco criollo aguardentoso. Salud señores. Lucho Montero decía eso cada vez que levantaba el vaso, con sus manos venosas y fuertes, que parecían demasiado grandes para su pequeño cuerpo, pequeño gigante, guayabera blanca con pespuntes gruesos y filigranas caribes, fieramente planchada, con su estuche de plástico donde colocaba varios lapiceros, siempre impecable, con su rostro marcado por algún viejo acné, su mirada pícara y sus ojos chinos, labios delgados y temblorosos, de labia poderosa, profunda, voz estentórea afinada en noches y noches de pisco y cerveza; sus gestos adustos de charapa ilustrado, loretano hijo pródigo de Sargento Lores, que alguna vez, adolescente ebrio, los amigos lo embarcaron en algún bus, borracho hasta sus medias, rumbo a Lima, para que siguiera a la amada perdida. Ese Lucho. Cómo sabía escribir ese zambo, su palabra preferida, su palabra universal y preferida para referirse amigablemente a todo ajeno en la mesa. Como salivaba con las carillas, con los párrafos, con la entrada, con los giros narrativos, salud carajo, risas, golpes en la mesa, recuerdos de la prensa de los años setenta, las comunidades industriales, los periódicos de linotipo y offset y siempre, siempre, los periodistas borrachos, inteligentes, sabios, pendejos, con ponchos en una Lima tomada por el velasquismo y la fiebre del Estado; si pues, se cruzaban esas miradas, Arturo, rostro duro, frente amplia y arrugada, poco pelo y panza chelera, incapaz de carcajearse, denso con las ideas y prístino con los párrafos, los titulares, la exactitud de la palabra, buenazo Arturo, chupaba sin aspavientos, no tenía muchos amigos pero era confiable, buen soldado, buen maestro; una leve tartamudez no era suficiente para ablandar el sable pérfido de su crítica. Cruz, seriedad, sobriedad, buena cabeza para chupar, tanto aprendí en la cantina. Óscar era distante. No le gustaba como jefe, chupar con principiantes. Pero la historia, sí, la historia era una de sus pasiones. Y eso sí sabía, ratón de biblioteca, unas buenas reyertas con Óscar sobre Valcárcel y su A través de la fuente escrita y los cronistas. la fuente escrita, la fuente de la verdad, ¿Verdad? ja. Bueno. Verdad. Alguna verdad. Los vasos se cruzaban, cuatro de la mañana, con menos conciencia y más saliva, con menos dolor y más coraje, periodistas amaneciendo en esa Lima noventera, Fujimori a cuestas. Liberalismo a cuestas. Cambios a cuestas. Máquinas de escribir reemplazadas por las recientes Macintosh en la redacción. Jóvenes y ropas diferentes. Música subterránea que ellos no comprenden aunque trataba de explicar, o cuando les contaba de Serú Girán o Peter Gabriel, eso no importaba, sí importaba que nos entendíamos en las letras, en los párrafos, en las entradas y cierres, papel que sale y disquete que entra ¿Y ahora qué mierda quieren estos? se quejaba desesperado Lucho, salud carajo, no hay problema Lucho, yo te ayudo. Salud, Salud. Cinco de la mañana. Nos botaron de la cantina. Lima amanecía de una noche de crudo invierno. Una llovizna ácida, triste, pertinaz, caía sobre nuestras cabezas borrachas. Caminantes como zombies prehistóricos buscando otra cantina, otra vida, otra historia para reemplazar el dolor, tener nuevos recuerdos para matar los viejos. De boleto, como dios manda. Lucho como siempre, al borde del colapso, tomaba su taxi. Abrazos, interjecciones indescifrables, chibolo de mierda. Abrazos. Arturo desaparecía con el sigilo de un tigre y Ernesto se perdía en la bruma del dolor. Armando, César y yo, caminando hacia la plaza de armas, buscando las bancas frías, no sé por qué. Nunca supe por qué ese era el camino, que debíamos seguir esa noche; pero hoy, casi treinta años después, con todos estos amigos, maestros, ya muertos, entendí, entendí bien: Con su brazo potente y lívido, casi de mármol, como habitante de un Olimpo propio en su mente atormentada, lleno de poesía y amor, de dolor y desesperanza, bicéfalo estaba casi rezando, recordando a su amada, su esposa fallecida, el amor de su vida, mirando esa negrura absoluta, manto nocturno apretando un palacio impío, una catedral siniestra, Armando lo abrazaba, ambos lloraban en silencio, compartiendo los recuerdos, momentos únicos que querían compartir conmigo. Mira Rochabrunt, ¡allá! ¡Arriba! y de pronto, el cielo negro dio pasé a ese nuevo ciclo de tiempo, apareciendo un nuevo día de mil novecientos noventa, con un azul intenso, hermoso, lleno de libertad, de esperanza en no sé qué pero en verdad era indescriptible. Qué es esto César le pregunté, abrazándolo también. Tratando de unirme a ese abrazo de mis hermanos, periodistas viejos, guías en la oscuridad de los días salvajes. Eso es la hora azul, Rochabrunt. Los ángeles, las musas, los dioses, todos vienen Rochabrunt, y me la traen de nuevo, mira Rochabrunt. Y miré y miré ese cielo azul, esa esperanza que se abre tras la negrura indiferente y tenebrosa de nuestras vidas, allí abrazado con estos hermanos que se han ido para siempre, Lucho, Armando, Arturo, César, Ernesto. Mis hermanos, que son el único vínculo real, de mi lejana y ya perdida vida como periodista de diarios de Lima de los noventa. Hoy todavía, añoro encontrar la hora azul de César, en plazas lejanas, en calles ocultas, recuperar el momento mágico, que me parece tan pero tan lejano. Sus ojos de amigo bueno llorando a su dulcinea, recoger quizás sus lágrimas convertidas en versos, aquellos que escribíamos a dúo en servilletas de La Valentina para recibir sendas cervezas de regalo, lágrimas cayendo en papeles como en la vida, escribiendo poemas en las calles calcinadas de su hora azul, en una Lima y una etapa ya muerta, perdida en las brumas de los recuerdos (13.04.2019)

* Subgerente nacional de coordinación interinstitucional de la Contraloría General de la República.

viernes, 18 de enero de 2019

Feliz cumpleaños Lima


Por César Terán Vega, 18 de enero de 2012

Lima es como esa misteriosa mujer bella y tirana, "te suelta la soga" cada vez que te sientes atrapado y quieres otear nuevos horizontes, pero luego te jala y te sujeta, cual sirena, a sus dulces y esclavizantes faldas

No nací en Lima por dos días, calle Corcovado, jirón Cusco. Mi madre viajó a nuestra tierra, Cajamarca. De cuando en vez solía venir con mis padres a la capital, de vacaciones. Cuando vine a residir y estudiar Derecho en mi amada Universidad Nacional Mayor de San Marcos ya tenía 17 años. Me afinqué en la Rica Vicky, luego compartí mi residencia en el romántico y soñado barrio de Abajo el Puente.

Como estudiante sanmarquino recuerdo, como no, que viví intensamente en nuestra incomparable Casona del Parque Universitario y en la Ciudad Universitaria. Como alumno de periodismo en la hoy Universidad Jaime Bausate y Meza compartí con mis compañeros intensas e inolvidables vivencias en el reminiscente barrio de Santa Beatriz.


En mis correrías periodísticas y románticas viví creo que unos tres meses en la inolvidable calle Loreto de los Barracones del Callao.Como reportero he peregrinado por todos los vericuetos de esta Lima colosal, entrañable y también ingrata. Es mi vieja, rumorosa y rutilante amante. Desde Palacio de Gobierno hasta las casuchas de esteras de Lomo de Corvina. Desde los laberínticos cerros poblados de casas superpuestas, hasta las fastuosas casas de los barrios residenciales. ¡Ah! y no hablemos de los amigos, artistas, maestros universitarios, apasionadas mujeres, trotamundos como yo, obreros, gentes humildes y marginadas.

Aquí en Lima descansan para siempre Alcira, mi eterna e irremplazable amada, mi hijo Dante adorado, mi padre y maestro, mi madre bendecida y entrañable. Lima es como esa misteriosa mujer bella y tirana, "te suelta la soga" cada vez que te sientes atrapado y quieres otear nuevos horizontes, pero luego te jala y te sujeta, cual sirena, a sus dulces y esclavizantes faldas. Se siente celosa cada vez que me envuelve la nostalgia y vuelvo a mi tierra madre, mi ciudad andina. Seguramente aquí moriré si es que un día de estos no me da la gana de embarcarme hacia ignotos puertos.

miércoles, 5 de abril de 2017

Así se consumó la censura militar del 5 de abril de 1992

Periodistas César Terán y Jorge Sandoval relataron como fue la intervención del diario La República

Publicado en La República, el 12 de abril de 1992

Noche de Rondas

Los relojes agotaban con su discurrir inexorable y rutinario las últimas sombras del domingo 5 de abril de 1992.
Se esfumaba con nuestra desesperanza, un fin de semana intrascendente, tedioso.
Nuestro Jefe de Redacción olfateaba con avidez profesional el mayor acontecimiento de la jornada.
En su rostro compulsivo, de pocos amigos, podíamos leer un reproche por no haber sido capaces de ofrecerle una noticia más impactante, más dramática, más trascendente.
"Alan García enjuicia diputado Fernando Olivera por 10 millones de dólares, acusándole de calumnina, perjuicios económicos, daños morales"... esa era la mejor información, no había más...
De pronto se filtra una nota de las esferas presidenciales: se esperaba un mensaje del presidente Fujimori, había que estar atentos ¡muy atentos!


La manía de atar cabos y relacionar acontecimientos puso en funcionamiento nuestra intrincada red de información: el Presidente había estado varias horas en el "Pentagonito" del Ministerio de Defensa: demasiado tiempo para tratarse de una visita común.
"Hay que reservar espacio para el mensaje del Presidente, seguramente endilgará más impuestos".
"Ponle las pilas a la gente de policiales, hay "movidas raras", que vigilen de cerca los ministerios de Defensa y del Interior, ojo con la Prefectura, con Palacio..."
10:00 p. m. Un camión color rojo con barandas estaciona justo frente a La República. Estaba lleno de soldados, aproximadamente unos 20.
Un capitán del Ejército (no tenía galones ni otro distintivo jerárquico) se identificó como de apellido León y pidió hablar con el director del diario porque tenía un asunto "muy urgente" que comunicar.
Según explicó por teléfono interno desde la portería, se había detectado que La República iba a sufrir un atentado y venían a dar protección al diario.
En la redacción la presencia de los militares provocó inquietud en los colegas. Todos preguntaban a qué se debía una visita tan inusual jamás acontecida desde que se fundó este diario.
Un "gracioso" reportero bromeó de repente: "¿Y si se trata de un golpe de Estado?"
10:25 p. m. El "capitán León" empezó a distribuir a todos los soldados. Unos se ubicaron frente al edificio, los demás se fueron posesionando en los diversos lugares estratégicos, en los diferentes pisos, hasta en la parte posterior. Se movilizaban tranquilamente, como en su casa.
A los pocos minutos el "capitán León" subió al segundo piso para hablar con los encargados de la edición y allí recién reveló cuál era el verdadero propósito de su presencia en la redacción.
¡Querían revisar la edición que estábamos preparando para el el lunes!
El informe causó desasosiego, un irreprimible desagrado en el diario y generó un movimiento característico de las grandes noticias.
Unos caminaban a grandes pasos por la redacción, otros hacían llamadas urgentes por teléfono...
La Historia estaba tocando otra vez las apasionadas puertas de estos labriegos de la palabra, o, para citar la expresión de Alejo Carpentier, de estos testigos cotidianos de su tiempo.
10:30 p. m. El Presidente de la República iniciaba su exposición por todos los canales de televisión.
A estas alturas las especulaciones ya le ganaban terreno a la ficción.
Nadie se atrevía a decirlo (tal vez ni siquiera a creerlo), pero se vislumbraba lo que se venía venir a medida que el Jefe de estado endurecía su lenguaje y lanzaba sus terribles dardos contra el Parlamento, la Corte Suprema, el Tribunal de Garantías Constitucionales, los Gobiernos Regionales.
Todo quedó claro como el agua y cortante como un certero golpe de sable cuando el presidente Fujimori anunció que disolvía el Congreso de la República.
Simultáneamente se detenía parlamentarios de diferentes partidos políticos y otros diarios y medios de comunicación eran copados por miembros del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea.
11.10 p. m. Nuestros teléfonos empezaron a repiquetear para anunciarnos que se había detenido a más parlamentarios o se había rodeado sus domicilios prohibiéndoles su salida.
El público también llamaba para solicitar información de lo que estaba pasando en el país. La mayoría expresaba su preocupación y condena por los hechos.
Periodistas de diferentes áreas y funcionarios de la empresa empezaron a llegar tras enterarse de que nuestro diario había sido ocupado por miembros del Ejército.
11:15 p. m. Casi todos los medios de comunicación importantes estaban ocupados por las Fuerzas Armadas. La penetración de los soldados a las redacciones había sido pacífica, con similar pretexto con que se ingresó a La República: el presunto atentado contra nuestra casa periodística.
11:30 p. m. La "plana mayor" del diario estaba confundida en una sola causa con los redactores, reporteros gráficos, diseñadores, correctores, técnicos en computación, conserjes, responsables de archivo: TODOS.
11:45 p. m. Se imparte la consigna: "Aquí no ha pasado nada, nuestro deber es informar y lo haremos con la misma pasión, la misma mística, y la misma entrega de todos los días".
12:18 a. m. La edición ya está casi concluida, lista para entrar en impresión. Solo hay un obstáculo inmenso: la censura.
12:30 a. m. Discusiones a puerta cerrada, llamadas telefónicas.
12:35 a. m. La hora se nos escapa. Escuchamos la voz de los responsables de la edición: Si quieren acallar nuestra voz, nuestro testimonio imparcial, que lo hagan: ¡esas páginas saldrán en blanco!".


miércoles, 30 de septiembre de 2015

Humberto Castillo Anselmi La leyenda del reportero

PERIODISTA CON HUELLA. El Chivo ha sido el mejor reportero peruano de los últimos tiempos

- Semblanza de César Terán Vega publicada en setiembre de 2012 en la revista ¡Qué tal! del Club de Periodistas del Perú

Entrevistar a Humberto Castillo Anselmi, el legendario reportero peruano, quien ha marcado el rumbo de las generaciones de periodistas de la segunda mitad del siglo XX y lo que va de esta centuria, es como esperar pacientemente, días, semanas y aún meses, en las alturas del valle del Colca para admirar, aunque fuera solo unos minutos, el majestuoso vuelo de un cóndor.

La metáfora no es exagerada, ni mucho menos. Lo sabemos los periodistas contemporáneos suyos. Lo saben también muchos de las nuevas generaciones que siguen sus pasos, ejerciendo ahora el antiquísimo oficio de comunicar, pero con nuevas y asombrosas herramientas electrónicas denominadas “virtuales”, aunque, en verdad, la virtud real sigue siempre dependiendo del ser humano, de su conocimiento, su talento, creatividad, inspiración y sentimiento.


Quién de nosotros no conoce la personalidad del querido, respetado y admirado “Chivo” Castillo, el periodista de pluma ágil, certera, capaz de pintar con la palabra escrita paisajes hermosos y también tenebrosos, acontecimientos que han marcado el destino de nuestra sociedad y nuestra patria. Y su capacidad de penetrar, tras las apariencias, en el alma de personajes señeros como el Papa Juan Pablo II, Charles de Gaulle, Ernesto Hemingway, Luis de la Puente Uceda, Fidel y Raúl Castro, Juan Velasco Alvarado, Salvador Allende, Alfonso Barrantes. La lista es larga y se sobrepone a ideologías y partidarismos.

Como decía Alejo Carpentier, el periodista es testigo cotidiano de la historia. En este caso, no simple fedatario de los acontecimientos, sino explorador de hechos y personajes en un contexto histórico de causas, raíces y proyecciones.

Grande en las alturas, inmenso en las cimas, Humberto, aquel reportero de la temprana y plateada cabellera, también es capaz de confundirse hasta la más íntima solidaridad con personajes anónimos, humildes, protagonistas de epopeyas sociales en el mundo de los marginados, como los comuneros de Huayanay y las humildes y desarrapadas familias que invadieron el arenal de Lomo de Corvina, hoy Villa El Salvador, que ahora se erige como una próspera y pujante ciudad del siglo XXI.

El maestro Domingo Tamariz me dio el encargo de entrevistar a Humberto para la presente edición de ¡Qué tal!. ¡Misión imposible!, me dije, sabiendo que nuestro personaje siempre fue reacio a convertirse en objeto y sujeto de la noticia. Mil veces han querido convencerlo para que escriba sus memorias o que, por lo menos, las cuente pormenorizadamente.

PERFIL. Humberto Castillo y el autor de la nota en la primera entrevista concedida por el Chivo tras décadas de perfil bajo
Otras mil ha rehusado a lo que él considera “una tentación” ¡Que tipo más terco y austero para conservar el perfil bajo. Una modestia incurable, probablemente adquirida de sus orígenes andinos o su vena materna italiana, cautelosa hasta el misterio.

Diestro en lograr entrevistas imposibles, como aquella vez en la que se disfrazó de ayudante de un famoso peinador y estilista de la alta sociedad limeña, para burlar todos los muros “inexpugnables” de la seguridad que rodeaban a Palacio de Gobierno donde estaban alojados el legendario mandatario francés Charles de Gaulle y su esposa, sin embargo, por años ha sabido mantener firme su decisión de no ser protagonista de la noticia.

El resultado de aquella osadía fue un inmenso gol olímpico. El Chivo Castillo le dio baile con zapateo al exclusivo “staff” de prensa que acompañaba a De Gaulle por su gira en América del Sur. Las primeras páginas de Correo y los reportajes con fotografías exclusivas, tomadas por el fotógrafo oficial de Palacio, dieron la vuelta al mundo.

El gobierno francés otorgaba un premio al mejor reportaje de la gira en cada país. En el Perú el galardón se quedó con Humberto Castillo, nada menos.

Volviendo a las dificultades para lograr esta entrevista, que ya veo que se está convirtiendo más en una semblanza, no exenta de emoción, pero si fiel al testimonio obtenido de una prolongada conversación que había esperado tanto tiempo, quiero precisar que no es que Humberto sea un hombre hosco, aislado y difícil de tratar.

Foto 1. "En el Campo de Marte, el legendario y famoso reportero tuvo una conversación con el colega César Terán para grabarla en marco de oro".
Foto 2. "El Chivo Castillo cuando aún tenía el pelo negro. Lo acompañan el Chasqui Roberto Martínez Elizalde, Luis Curie Gallegos, Justo Linares Chumpitaz y Luis López Aliaga".
Foto 3. Entrevistando a Alfonso Barrantes Lingán. Año 1985.
Foto 4. Humberto Castillo con el escritor Julio Ramón Ribeyro. 




Todo lo contrario, tiene la afabilidad a flor de piel. Sus colegas que compartieron jornadas inolvidables, sueños y aventuras en La Prensa, Correo, La Crónica, La República y otras publicaciones, saben que le deleita la tertulia, ora reflexiva, ora festiva y divertida. Toda aquella vivencia acontecía en un cenáculo, a la luz de la amistad, pero sin aspavientos ni publicidad.

Para lograr este encuentro con el gran amigo, el hermano mayor de mi peregrinaje periodístico, un poco utilizando su estrategia, había que tender una celada, de modo que lo llamé y no le dije que se tratada de una entrevista formal, sino de tomarse un café para que me cuente “un par de anécdotas”, para la revista del Club.

Me cuidé de no avisarle que iría con reportero gráfico. Cando vio la cámara no le gustó mucho y se extrañó más cuando vio que portaba una grabadora. Sentí vergüenza. Imagínense, ir con una grabadora para entrevistar a un inmenso reportero que nunca utilizó ese artefacto para escribir sus crónicas emblemáticas, en fin, las puertas del Club Ancash demoraban en abrirse y la tensión fue desapareciendo hasta que se entabló la tertulia que nos envolvió casi dos horas.

Hablar tanto y de tantas épocas. El testimonio que tengo ahora es un verdadero tesoro periodístico que prometo compartirlo en una publicación con mayor espacio (*). Para los amigos y entrañables compañeros del Club de Periodistas, van dos de las muchas confidencias de Humberto.

Él nació en Huamachuco, porque su padre fue maestro de escuela y enseñaba en esa localidad. Estuvo tres meses y a su padre lo trasladaron a otro pueblo liberteño, luego lo llevaron a su querida ciudad de Trujillo.

¿Por qué el cariñoso apelativo de “Chivo”? Porque a alguien se le ocurrió que su padre era del vallecito interandino de Usquil a cuyos pobladores les llaman chivos. Humberto heredó la “chapa” de su padre.

Pero no se crea que Humberto vive solo recordando y añorando el pasado, también vive intensamente el presente y se proyecta al futuro. Cuando se le pregunta qué aprecia del moderno periodismo digital y ciberespacial, sin dudar responde: “El periodismo de investigación, se ha avanzado mucho”.

Te compro el burro
Corrían los años 60. Humberto escribía para el diario Correo. Cierto día un avión se estrelló en los picachos andinos de la Cordillera Negra, entonces le encomendaron ubicar el lugar del accidente junto con Rolando Ángeles Jaimes, uno de los grandes reporteros gráficos peruanos de todas las épocas.

Les dieron viáticos, provisiones y una camioneta. Viajaron primero a Chimbote, luego ascendieron por San Jacinto y avanzaron más arriba hasta que la carreta “desapareció”.

“Pese a la altura, teníamos que avanzar, porque sabíamos que la competencia también hacía lo mismo por otras rutas. Había que llegar primero a la notica.
Ya no dábamos más. De pronto divisamos una chocita. Salió un campesino y le pedimos que nos alquilara un caballo, o aunque fuera el burrito que estaba a la vista.
-No señores, mi burro no se alquila, se lo llevan ¿y si no vuelven?
-Bueno, dijo Humberto en una acción desesperada, entonces te compro el burro, ¿Cuánto quieres?
-No sé, será pues 80 soles…
-Rolando, tú eres el tesorero, dale los 80.
Montaron en el pollino y llegaron primero, Tomaron fotos, recogieron vestigios, documentos de primera mano y retornaron. De vuelta encontraron otro campesino.
-Oye paisano, te vendo mi burrito.
-No, señor, no tengo plata, además ese burro ya está muy viejo, no me sirve.
-Pero no te vamos a cobrar caro, dí cuánto pagas.
-Caray, pero no se vaya a ofender, le daré pues 100…
-¡Trato hecho!"


(*) La familia de César Terán conserva la grabación de la entrevista.

miércoles, 13 de mayo de 2015

¡Adios, maestro!


Publicado en la edición de junio de 2014 de Conociéndonos, boletín informativo de Editora Perú

Su caballerosidad, buen oficio y poesía de la palabra nos acompañó por décadas; por ello, su partida duele. En esta ocasión Conociéndonos quiere dedicar y recordar a través de unas breves líneas al maestro César Terán Vega, editor de la sección Opinión y encargado de elaborar las editoriales del diario oficial El Peruano, quien falleció a los 67 años el lunes 12 de mayo.

Don César dejó cátedra en generaciones de hombres de prensa tras su paso por las redacciones del semanario Caretas, los diarios La Prensa, La Crónica, Expreso, La República y El Peruano y la agencia de noticias Andina.


Una semblanza del diario El Peruano lo recuerda como un hombre que tenía diversas cualidades: podía ser el jefe más exigente y curioso en diversos temas, dijeron. A la vez, fue de los bohemios que gustaban de la charla sobre los problemas del país y de la bella literatura.

Para él, quien de joven había perdido a su esposa Alcira y, años después a uno de sus dos hijos, Dante, la familia era lo más sagrado.

Asimismo, el maestro Terán era un generoso compañero que tenía una gran sensibilidad por los temas sociales, lo que le permitió escribir también grandes crónicas a su paso por los distintos medios. A la par, tenía un amplio conocimiento de la realidad del país, de la política y, sobre todo, la vida.

Periodista de fuste, que tomaba el oficio como un apostolado. Como buen hijo de Huambos, provincia de Chota, en Cajamarca, César era apasionado de la tauromaquia y cronista taurino, pero no imponía su fanatismo pues era muy respetuoso de quienes estaban en contra de los toros.

Sin duda, los buenos ejemplos quedan para ser seguidos. ¡Hasta siempre, maestro César!

domingo, 10 de mayo de 2015

27 de octubre de 2014: Colegio de Periodistas de Lima homenajeó a César Terán

Durante ceremonia de reconocimiento al Diario Oficial El Peruano por su 189 aniversario de fundación

ANDINA. Lima, oct. 27. El Colegio de Periodistas de Lima (CPL) rindió homenaje al Diario Oficial El Peruano, por su 189 años de fundación, en los que ha llevado a la ciudadanía información objetiva, imparcial y veraz.

Recibieron el reconocimiento Juan Gargurevich, presidente de directorio de Editora Perú, empresa editora del diario El Peruano y de la Agencia de Noticias Andina; el director de Medios Periodísticos, Félix Paz; y el gerente general de Editora Perú, Rolando Vizarraga.

El decano del CPL, Max Obregón, destacó la labor social cumplida por el diario El Peruano, llevando la información gubernamental con objetividad, pluralidad y calidad periodística.

En ese sentido, defendió el derecho del Estado de contar con medios de comunicación, ya sea radio, prensa escrita, televisión y web, con la finalidad de difundir las políticas gubernamentales sobre el desarrollo del país.

Un reconocimiento especial del gremio recibió el presidente del Directorio de Editora Peru, Juan Gargurevich, por su destacada carrera periodística y su contribución a la investigación de las comunicaciones como decano de la facultad de artes de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

Igualmente, fue reconocido póstumamente el colega César Terán Vega, ex editor de Opinión del diario El Peruano, y por muchos años periodista y editor del diario La República. Recibió la distinción su hijo, Vladimir Terán.


A nombre de la empresa, Gargurevich agradeció la condecoración y valoró el reconocimiento profesional a la labor informativa del Diario Oficial El Peruano, para llevar información estatal con veracidad y espíritu democrático.

Por su parte, el director de Medios Periodísticos, Félix Paz, dijo que El Peruano lleva todos los días el espíritu de su slogan “Medios Públicos al Servicio del Público”, con información oportuna y clara sobre al realidad nacional.

También fueron homenajeados Panamericana Televisión, Diario Expreso, Radio Programas, Radio Capital, y Radio Santa Rosa, por cumplir aniversario en el mes de octubre.

El Diario Oficial El Peruano apareció por primera vez el sábado 22 de octubre de 1825 bajo el nombre de El Peruano Independiente y fue creado por el libertador Simón Bolívar durante su estancia en el Perú en el marco de la guerra de independencia contra España.

Ave César


Escrito por Carla Vanessa, el 14 de mayo de 2014

No conocí tanto como hubiera querido al entrañable periodista César Terán y en estos momentos en que ha partido a la eternidad, envidio un poco a quienes sí lo tuvieron entre sus amistades tanto laborales como personales. Porque un redactor, investigador, poeta y bohemio como él ya andan escaseando por estos días en que impera la pluma fácil y que se vende al mejor postor. Atrás quedaron las célebres crónicas escritas desde los más recónditos rincones de la Tierra en que cazurros como Manuel Jesús Orbegozo, Ismael León o Jorge Salazar iluminaban las páginas de los diarios. También atrás quedó el afán por el saber, por acercarse a cultivar el arte del lenguaje, a través de la lectura voraz. También cultivó una de las artes más difíciles y complejas, pero bella como ninguna, como la poesía.

Fue jefe de informaciones del diario La República por muchos años y cuentan quienes lo conocieron que era uno de esos viejos, cultos y puntillosos jefes que se apasionaba con su trabajo y no era para nada mezquino a la hora de dar cátedra en periodismo.

Foto: Jorge Luis Verástegui
Solo una vez tuve la oportunidad de hablarle. Coincidimos en una boda y fue para agradecerle pues, por su intermedio y el de su hijo menor (un noble amigo mío) contacté a un célebre médico alternativo quien me curó de una fractura que estaba por mandarme derecho al quirófano. Fueron 45 días de tratamiento contra un peroné roto, luego del cual mi pierna quedó más fuerte que la de un canguro. Son esas cosas increíbles y fuera de toda razón cartesiana que personajes como don César, fogueados en la vasta experiencia que le da la profesión, conocen. No volví a ver más a ese señor de ojos grandotes y caídos, de aspecto bonachón y sereno, pero me halaga saber que lo que pensé de él cuando lo vi: "qué buena gente parece ser este señor", se reproduce como el milagro del pan en cientos de miles de comentarios, responsos, odas y memorias de quienes sí lo tuvieron entre sus amigos cercanos.

Descanse en paz don César y disfrute de los sabores de la eternidad al lado de su esposa e hijo quienes partieron antes a los brazos de la inmortalidad y a quienes de seguro tanto extrañaba. En la tierra queda el otro retoño y nosotros sus amigos quienes lo confortaremos.