lunes, 30 de marzo de 2009

Guillermo Thorndike: Adiós a la pluma

Cómo en la novela Adiós a las armas de Hemingway, Guillermo Thorndike Lozada, el implacable guerrero del periodismo y la literatura histórica, le ha dicho adiós definitivamente a la pluma, su vieja y flamígera espada que lo acompañó desde los exagerados y superlativos días de su adolescencia, cuando siendo aún mozuelo escribió Los ojos en la ventana, su primer libro de cuentos editado en Buenos Aires, mientras en Lima ya daba los primeros pasos de una rutilante carrera periodística.

1879, Guillermo Thorndike
LA GUERRA JAMÁS CONTADA. Trascenderá la monumental obra que escribió Thorndike sobre las ciurcuntancias fatídicas que rodearon a Grau y nuestros héroes de 1879.

Una pena enorme. No pude ni siquiera asistir a sus funerales, pues el mismo día de su desaparición física yo tenía que ingresar por segunda vez a un quirófano, trance que he podido superar gracias a la infinita misericordia de Dios, y al primer nivel profesional de los cirujanos del hospital Almenara, reconocido dentro y fuera del país.

En el último tramo de su vertiginosa trayectoria escribió el libro El rey de los tabloides, una certera e impresionante semblanza de otro grande del diarismo peruano: Raúl Villarán Pasquel. Siguiendo la vieja costumbre periodística de expresar ideas y mensajes en titulares, bien pudo llamarse a Guillermo ‘El príncipe de los tabloides’, aunque ‘El Gringo’ tenía la ventaja de su poderosa escritura, con la cual se ubicaba al frente, en primera fila, codo a codo con viejos y jóvenes redactores para dictar cátedra y predicar con el ejemplo.

En las redacciones fue un maestro y un caudillo. Bajo su dirección, dos tabloides, cada uno en su respectiva coyuntura política y de mercado, La Tercera y La República, rompieron records de tiraje y ventas. No daba ni pedía tregua en la incesante búsqueda de la noticia. Él mismo se modernizaba permanentemente y proyectaba una visión total en el proceso de editar un diario de masas, lo abarcaba todo, desde las primeras líneas que redactaba un reportero hasta la presentación final de cada página, siempre buscaba con obsesión las “ediciones choque”, con gran despliegue gráfico.

Hoy, como ayer, algunas voces respetables han expresado sus discrepancias de orden político y deontológico con Thorndike, pero otros, por puro figuretismo, se han rasgado las vestiduras pese a sus inocultables rabos de paja. En la balanza de la historia estoy seguro que pesará muchísimo más su honda huella periodística, no exenta de docencia y su monumental obra literaria.

En el género de la novela histórica deja un importante legado para los peruanos de hoy y las nuevas generaciones. Su inconclusa saga sobre la guerra con Chile tuvo el mérito de recrear acontecimientos históricos cruciales para reubicarlos en su contexto social y geopolítico. Aprovechando las libertades que proporciona la creación literaria, supo presentar ante los lectores el teatro de la guerra con todos los actores sociales e institucionales en un momento en que primaban en el Perú los intereses mezquinos y suicidas, las miserias morales de los grupos de poder.

Más allá de las pálidas referencias de los textos escolares, para que la historia no se repita, a la par que leer directamente las fuentes de Jorge Basadre y otros grandes historiadores, los jóvenes en especial deben leer a Thorndike, quien supo desmitificar y humanizar a Miguel Grau y nuestros héroes. Los reivindicó extrayéndolos de los pétreos pedestales para devolverles el soplo de vida como hombres de carne y hueso que sacrificaron sus vidas y las de sus familiares, soportando todo el peso de una guerra precipitada por ambiciones desmedidas y manejada por los imperialismos de aquel momento.

Conocí a Guillermo Thorndike en los desaparecidos diarios La Crónica y La Tercera y la revista Variedades, pertenecientes a la empresa estatal Editora Perú. Yo estudiaba derecho en la Universidad de San Marcos y culminaba mis estudios de periodismo en el entonces Instituto Jaime Bausate y Meza. Fue cuando me invitó a La Tercera el maestro Miguel Humberto Aguirre, ‘Mihua’.

Bajo el impulso del ‘Gringo’ Thorndike, La Tercera crecía y crecía en tiraje, con un equipo de periodistas veteranos y jóvenes donde destacaban Domingo Tamariz, el ya nombrado ‘Mihua’, Jorge Sandoval, Manuel Paz Araoz, Jorge Vargas Ramírez, el ‘Loco’ de policiales Mario Pozo Paz, Fidel Méndez, los diagramadores Hugo Borjas, los hermanos ‘Cuco’ y León Romero, el dibujante Luis Sayán Puente y muchos otros.

Guillermo Thorndike y más personajes peruanos
LA BOHEMIA INTELECTUAL. De pie: Irma Lostanau, Mario Benedetti, Charo de Thorndike, Jesús Ruiz Durand, Abelardo Oquendo y Raúl Vargas Vega. Sentados: Francisco Moncloa, Mirko Lauer, Guillermo Thorndike y Hugo Neyra, entre otros. (Foto: Carlos 'Chino' Domínguez).

Los pequeños escritorios de La Tercera estaban dispuestos en un estrecho espacio como si fueran carpetas de colegio y la primera fila la ocupaban tres poetas: Nicomedes Santa Cruz, Leoncio Bueno y Ángel Avendaño. Allí, rodeado de maestros, tuvo lugar para mí una intensa experiencia profesional que transcurrió rápidamente desde las primeras comisiones de noticias locales, hasta las secciones de Política, suplemento Variedades y finalmente Espectáculos.

Años más tarde yo trabajaba en las páginas internacionales del desaparecido diario La Prensa y, junto con Jorge Sandoval, fui llamado por Guillermo Thorndike al recién fundado diario La República. Aquí fuimos testigos y a la vez protagonistas de una epopeya periodística que rompió todos los records y ha marcado historia, bajo el liderazgo de Guillermo y de ese gran timonel de la ética y el periodismo político que fue Gustavo Mohme Llona.

La República ya había alcanzado madurez y mucho peso político y era preciso consolidar su línea de investigación y denuncia social. Por eso nació El Popular como un diario más ágil y entretenido donde predominan las noticias policiales y de espectáculos.

Recuerdo que una noche, al final de una jornada abrumadora, Guillermo me llamó a su oficina y me dijo sin rodeos:
-A partir de mañana te haces cargo de la jefatura de policiales de La República. Hay que darle más peso a esa sección, necesitamos investigar y hacer crónicas humanas.
-¡No me hagas eso! Detesto la crónica roja, además en ese terreno soy un ignorante, no tengo contactos.
-Fácil y sencillo, si no aceptas la puerta está abierta, ¡puedes irte! –me respondió mientras se encendía su rubicundo rostro.
-Así cualquiera entiende Guillermo –respondí y emprendí de la noche a la mañana otra aventura de vértigo, con nuevas y grandes responsabilidades que enriquecieron mi vida profesional.

En La República nuevamente Thorndike demostró tener ojo avizor para organizar grandes equipos de redacción apelando a la experiencia de los veteranos y la intrepidez de los jóvenes. Bajo el reto de la búsqueda de una república superior brillaron con luz propia periodistas como Alejandro Sakuda, Mirko Lauer, Humberto Castillo, Oscar Cuya Ramos, Víctor Caycho, Eduardo Torrejón, Luis Montero, Mario Campos, Alfonso La Torre, Ernesto Chávez, Armando Campos y otros más.

El equipo de reporteros gráficos también era de lujo, baste mencionar al inolvidable ‘Flaco’ Raúl Sagástegui, el ‘Chino’ Carlos Domínguez, Rolando Ángeles, Jorge Sedano, quienes le señalaban el camino a una impulsiva generación de jóvenes fotógrafos.

Guillermo y Augusto Thorndike

 AMOR DE PADRE. En el  remanso familar con su recién nacido hijo Augusto, quien lleva el nombre del abuelo.

Hoy La República mantiene su sino auroral como bastión de la libertad de prensa y defensor insobornable de la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos.

Escribiendo conocí a Guillermo Thorndike Lozada y escribiendo lo recuerdo ahora en esta tarde otoñal tan llena de su enorme ausencia. Cruzando el viejo puente que conduce al Rímac, en esta Lima que tanto apasionó a Guillermo observo con nostalgia el vuelo de las gaviotas hacia el horizonte infinito y su rítmico aleteo me sugiere el agitar de páginas en blanco deshojadas por el viento de los libros que Thorndike ha dejado de escribir y que lo harán sin duda nuevos periodistas de una raza que jamás debe extinguirse.



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