domingo, 7 de marzo de 1993

Retrato de Fidel

- La encrucijada de un líder

LA REPÚBLICA (7/3/93).- "Durante diez días un redactor de este diario permaneció en Cuba cubriendo las primeras elecciones directas para la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento cubano). En ese lapso fue testigo de excepción de la enorme simpatía que el pueblo cubano, en las calles, demostraba al máximo líder de ese país: Fidel Castro. pero también constató los serios peligros de inestabilidad que acechan al régimen después de tres décadas de bloqueo comercial impuesto por los Estados Unidos".

Portada Fidel Castro. 1993

Caminar por las amplias, limpias y arboladas avenidas de La Habana, Santiago y otras grandes ciudades de Cuba; compartir fraternalmente la estrechez del duro racionamiento, sufrir la fatiga cotidiana que causa la escasez de medios de transporte, asistir a un multitudinario mitin y sentirse en medio de un vendaval de fervor político y de esperanza colectiva es, sin duda, vivir en otro mundo.
Es vivir, como lo hicimos en una efímera visita de diez días, en una sociedad cuyos valores han cambiado radicalmente, tal vez irreversiblemente, en 34 años de revolución socialista.
Para entender la compleja y dramática situación política y económica por la que atraviesa en este momento histórico el pueblo cubano, hace falta algo más que juzgar lo que está sucediendo aquí a través de la interesada información del neoliberalismo a ultranza y de quienes defienden un socialismo que no es el cubano, sino que habita en esquemas ideológicos fosilizados que se han derrumbado ya como el muro de Berlín.
Los riesgos de que aquí también pudiera ocurrir una catástrofe del modelo socialista se percibe al caminar por los precarios barrios del este de La Habana y de un sector tugurizado, pauperizado de la parte antigua de la capital.
El visitante se ve de pronto acosado en el extenso y bello malecón de La Habana y en los alrededores de los hoteles turísticos por las tentadoras jineteras y por uno que otro niño que nos pide chucherías capitalistas como lápices labiales, pantalones jeans, pulseras, chocolates, chicles, perfumes, jabones de tocador, etc.
Fidel Castro ha admitido públicamente este peligro pero ha advertido que se trata de los riesgos que necesariamente vienen acompañados con el turismo, pero que esos fenómenos consumistas son aislados.
En términos generales, el visitante de La Habana no podrá encontrar por sus calles el espectáculo alucinante y sobrecogedor que presentan diariamente ciudades latinoamericanas como Lima, con sus niños mendigos, desnutridos, esos "pájaros fruteros", también llamados "petisos", que se drogan y se prostituyen en la Plaza San Martín, la Parada y en los sucios basurales y covachas del Río Rímac.
Tampoco podrá encontrarse en La Habana con la ola interminable de crímenes y asaltos, ni con un ejército ambulante de dementes abandonados por una sociedad indiferente que todos los días rinde culto a las leyes de la libre competencia del mercado y al individualismo, por supuesto, como sacrosanta ley que permite progresar y desarrollarse "en libertad".
Una activa dirigente del poderoso Comité Central del Partido Comunista del Cuba, nos respondió así cuando le relatábamos nuestro encuentro con gente que no ataca con palabras y críticas al gobierno socialista, pero cuya conducta es totalmente contraria al tipo de sociedad que se quiere consolidar aquí:
- Mira chico, si quieres saber cómo piensa el pueblo cubano habla con los millones de trabajadores que dan la batalla contra el bloqueo económico. Si quieres saber cómo piensan y actúan nuestros jóvenes, visita las universidades, habla con los pioneros de las escuelas y también con los de la enseñanza media.
Cuando atendimos su sugerencia nos encontramos con otro fenómeno.
Un porcentaje mayoritario de nuestros interlocutores apoyan decididamente la revolución, rechazan indignados el bloqueo económico norteamericano, pero no lo hacen por razones ideológicas, no defienden expresamente el comunismo, sino que se identifican plena e incondicionalmente son el conductor de esta revolución: Fidel Castro.

Santiago de Cuba 1993
FERVOR. Santiagueros esperan el paso de Fidel por una céntrica calle de su ciudad.

Es que Fidel constituye para los cubanos un personaje demasiado decisivo para la historia del país a lo largo de 34 años de revolución.
Fidel es para su pueblo la encarnación del patriarca sabio y del conductor hábil, poco menos que irremplazable, insustituible.
Y aquí se configura un caso de culto a la personalidad, por más que el propio Castro se esfuerce en predicar con el ejemplo, delegando responsabilidades en los mejores cuadros del Comité Central y por más que infunda confianza a los jóvenes que avanzan con algún destello de liderazgo a mediano plazo.
Cuando Fidel habló en Santiago de Cuba con más de 100 periodistas de todo el mundo también surgió ese tema.
El líder cubano admitió que la muerte física es una probabilidad cada día más cercana, pero también expresó su esperanza en las cualidades de quienes lo rodean.
Dijo que cuando existe un líder con una personalidad muy fuerte y un ascendiente demasiado profundo en su gente, los líderes secundarios no se manifiestan en su total capacidad.
Que recién cuando desaparece el gran jefe, es que afloran todas las facultades de los sucesores que habían estado actuando silenciosamente a la sombra del desaparecido conductor.

Fidel Castro. Febrero de 1993
CANDIDATO A DIPUTADO. 24 de febrero, en Santiago de Cuba. Castro se retira después de acudir a votar.

En nuestra visita pudimos apreciar de muy cerca la especie de idolatría que sienten muchos cubanos por Fidel.
En la víspera de las elecciones del 24 de febrero, en la explanada que se extiende en la parte frontal del histórico cuartel Moncada de Santiago de Cuba, se congregó una gran multitud a expresar su respaldo al proceso electoral y a prometer que al día siguiente "todos los electores iban a votar por todos los candidatos".
Miles y miles de jóvenes, envueltos en una ola de entusiasmo y alegría irrefrenables, cantaban con Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros artistas cubanos.
De pronto, el equipo de sonido reprodujo la popular canción Vuela, vuela del grupo mexicano Magneto.
Los jóvenes santiagueros y aun los adultos desbordaron su jolgorio en un griterío interminable y toda aquella explanada se convirtió en un campo de danza frenética, jocunda.
Los cánticos retumbaban en la noche tropical de aquella ciudad espléndida rodeada de las verdes colinas de la Sierra Maestra.
De pronto, apareció Fidel Castro, vestido con su impecable uniforme verde olivo, de comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Su presencia le añadió militancia y fervor político a la natural alegría musical y bailarina del pueblo cubano.
Las consignas se repetían interminables al compás de las banderas y cartelones agitados al viento.
Como es costumbre, el discurso de Fidel empezó con una magistral clase de historia de la heroica provincia de Santiago de Cuba, considerada tierra de rebeldes y bastión de la revolución.
Ni un solo gesto de aburrimiento pudimos observar en aquella multitud de unas 5,000 personas.
Todos lo escuchaban con suma atención y cada pensamiento, cada propuesta y cada crítica de Fidel eran respondidos por intensos aplausos y aclamaciones.
Ese mismo fenómeno pudimos apreciar al día siguiente en el pequeño pueblito de El Cobre, ubicado a 50 kilómetros de Santiago y abrigado por los históricos contrafuertes de la no menos histórica Sierra Maestra.
Cuando Fidel aparece en público rápidamente se establece una comunicación entre el hombre y la masa.
Este irradia un magnetismo irresistible y la gente se entrega en una espontánea identificación que solamente podría explicarse por una confianza total en ese personaje que jamás claudicó en sus ideales y que nunca se aisló en esas murallas que el poder suele levantar infranqueables entre el gobierno y su pueblo.
En un montículo que se destaca por encima del pintoresco pueblecito, se eleva la hermosa iglesia de la Virgen de la Caridad del Cobre, una de las principales vírgenes patronas del pueblo cubano, cuyo sentimiento mágico y espiritual de la vida no ha desaparecido totalmente pese a los avances y logros del socialismo.
Las sencillas gentes de El Cobre salieron de sus cabañas, abandonaron sus campos de cultivo, dejaron de lado todas sus faenas y preocupaciones para congregarse alegremente alrededor de su líder máximo.
La gente se apretujaba con vehemencia, todos pugnaban por tocar el uniforme de Fidel, rozar sus manos o por lo menos estar lo más cerca posible de él.
A nuestro lado una anciana de unos 70 años de edad, con su rostro cobrizo y arrugado, enmarcado por lacios cabellos entrecanos, juntaba las manos en dirección de Fidel, en actitud de contrita oración.
Gruesos lagrimones resbalaban por las mejillas marchitas de aquella lugareña mientras musitaba emocionada: "¡Ahora sí, ya puedo morir!".
De estas escenas arrancadas de la realidad cotidiana de Cuba del dramático "periodo especial" surge otra vez la gran incógnita planteada por un periodista uruguayo en la noche de la conferencia de prensa en Santiago:
- ¿Qué ocurre si Fidel muere o se enferma? ¿Será capaz de sobrevivir la revolución cubana? ¿Todo se vendrá abajo o surgirán nuevos líderes?

Ciclistas imprudentes
Pero los cubanos también también tienen otras preocupaciones mucho menos ideológicas y espirituales, pero igualmente vitales para su sobrevivencia en un mundo en el que el imperialismo, como "fase superior del capitalismo", canta victoria y se apresura ya a escribir el epitafio sobre la tumba del socialismo.
El derrumbe de la Unión Soviética y su bloque de aliados de la Europa del Este ha dejado a Cuba prácticamente sola frente a un bloqueo norteamericano sumamente duro e infranqueable.
Dos fueron los golpes demoledores que cayeron sobre Cuba después de la explosión de la Perestroika rusa: la escasez de combustibles y la falta de alimentos básicos, especialmente carnes, grasas y leche.
Sin embargo, esos golpes brutales no han logrado doblegar la fuerza y la voluntad de los cubanos por defender su revolución.
La falta de medios de transporte ha modificado profundamente muchos hábitos de la población, especialmente en La Habana.
La gasolina y el petróleo se necesitan urgentemente para hacer funcionar la industria y, consecuentemente, el transporte de pasajeros ha sido reducido drásticamente.
El racionamiento de gasolina no tiene precedentes en este país y sus consecuencias se sienten dramáticamente en La Habana, una ciudad con unos cuatro dos millones de habitantes.
Frente a esta situación han surgido nuevas soluciones, como por ejemplo la bicicleta.
El gobierno dio instrucciones para que se promueva el uso masivo de este tipo de vehículo impulsado por la fuerza humana.

Ciclistas de La Habana. 1993
CRISIS DE TRANSPORTE. Ante la falta de combustibles, las bicicletas son el medio de transporte más popular.

En esos momentos surgió la solidaridad de la China continental, otrora considerada "enemiga", cuando nadie osaba aquí contradecir la línea internacional impuesta en Moscú.
El gobierno de Beijín donó al pueblo cubano miles de bicicletas para que pueda paliar en algo el problema del transporte.
Con las escasas divisas el gobierno cubano también tuvo que importar estos vehículos.
Entonces se establecieron prioridades para adjudicar las bicicletas a los trabajadores, según tuvieran que recorrer grandes distancias para el cumplimiento de sus labores diarias.
En nuestros recorridos por La Habana nos informaron que el Estado adjudica una bicicleta a cada trabajador que lo necesite con mayor urgencia y el valor del vehículo le es descontado proporcionalmente de sus haberes.
Para el visitante es un espectáculo impresionante ver cada mañana o por las tardes miles y miles de hombres y mujeres de todas las edades movilizándose en bicicleta por las grandes avenidas de La Habana.
Pero no hay suficientes bicicletas para la población habanera y, consecuentemente, se ha producido una gran demanda de este medio de transporte no tradicional.
También ha aparecido un mercado negro de bicicletas y algunos casos de robos, pero estos son aislados.
El Estado cubano no se ha quedado con los brazos cruzados, ahora se fabrican bicicletas cubanas y se dice que estas son de excelente calidad.
El uso de la bicicleta ha generado nuevos problemas en la ciudad, pero también tiene sus ventajas.
Médicos y deportistas cubanos opinan que la costumbre de caminar varias cuadras de distancia o de viajar en bicicleta es beneficioso para la salud de la población.
Los accidentes de tránsito se han incrementado en cierto modo en la Habana, pero éstos no son provocados como en Lima por los automovilistas imprudentes o ebrios, sino por los ciclistas.
Gran parte de la población no conoce las reglas de tránsito. Los jóvenes son muy imprudentes y sus maniobras temerarias en los cruces de las avenidas son un verdadero dolor de cabeza para los conductores de automóviles, camiones y ómnibus aquí llamados "guaguas".

"Guagua" de La Habana. 1993
"GUAGUA". Ómnibus atiborrado de pasajeros se desplaza por La Habana.

Pero en 34 años de revolución el pueblo cubano ha avanzado mucho en el campo de la educación de masas.
Frecuentemente recorre las calles más transitadas de la ciudad personal encargado de velar por la orientación y la educación vial que, sirviéndose de altavoces, orientan a los ciclistas y les invocan a cumplir con las normas de tránsito.
Otra gran ventaja que ha traído la escasez de la gasolina es la descontaminación ambiental.
Existen muy pocas "guaguas" en La Habana. De allí que los que no tienen bicicleta tienen que salir de sus puntos de partida con mucha anticipación y esperan impacientemente en los paraderos para poder abordar uno de esos vehículos.
la gente viaja apretujada en las "guaguas", gente de toda edad, especialmente los jóvenes, van hasta colgados de los estribos de esos buses.
El costo del pasaje es simbólico. Cada pasajero paga un centavo de peso cubano al que llaman "kilo".
Frecuentemente, una buena cantidad de pasajeros no pagan el pasaje. No porque no tenga un "kilo" sino porque la congestión de pasajeros es tal que no hay forma de cobrarlo.
Los automóviles particulares tienen la gasolina restringida, pero este racionamiento ha dado origen también a la especulación en el mercado negro.
Muchos son los que se las ingenian para conseguir más gasolina de la que el Estado les asigna. Este es otro quebradero de cabeza para las autoridades.
Los taxis son muy caros en La Habana y a ellos mayormente tienen acceso los extranjeros, porque los taxistas cobran sus servicios en dólares.
El servicio de taxis pertenece al Estado y está administrado por el Instituto de Turismo y la empresa llamada Cubanacán. Estos vehículos cuentan con modernos taxímetros.
Un taxi del centro de la ciudad hasta el aeropuerto internacional José Martí suele cobrar entre 10 y 15 dólares.
Un servicio de taxi entre La Habana hasta la famosa y paradisiaca playa de Varadero, cuesta hasta 120 dólares para varias personas.
Aquí también se ha producido un incipiente mercado informal. Algunos automovilistas particulares, los que pueden conseguir más gasolina del cupo que les corresponde, prestan servicio de taxi a precios inferiores.
Las llantas y los repuestos para carros son muy escasos y caros.
La gran mayoría de automóviles utilizan llantas con cámara, las mismas que tienen menos duración y sufren frecuentes ponchaduras.
Es frecuente encontrar en las calles a un apesadumbrado y maldiciente automovilista con la llanta de su carro reventada.
- ¡Se me ponchó la goma chico!, hay que llevarlo a la ponchera.
"Poncheras" son llamados los establecimientos que aquí llamamos reencauchadoras de llantas.

Picadillo con Frejoles
El otro gran problema que aflige al pueblo cubano es el de la escasez de alimentos básicos, lo cual ha originado un severo racionamiento.
Pese a ello, el hambre, la desnutrición y sus letales consecuencias no han aparecido ni siquiera en casos aislados.
¿Cómo se explica esto?
La respuesta es sencilla: Cuando aparece una grave escasez de alimentos en un país capitalista, las clases adineradas aseguran rápidamente su aprovisionamiento. La especulación de sobreprecios y el acaparamiento campean rápidamente en los sectores medios y las grandes mayorías empobrecidas son víctimas del hambre y las enfermedades".
En la sociedad cubana, el Estado ha enseñado al pueblo desde hace más de tres décadas a compartir por igual tanto en abundancia como en escasez.
No es nada fácil aceptarlo cuando uno tiene hábitos individualistas y piensa solamente en salvarse por su cuenta.
En la Cuba del "periodo especial" que vive hoy, hay aguda escasez de carnes, huevos, leche, harinas.
Ya pasó la época de las "vacas gordas" donde las tiendas estaban repletas de estos productos provenientes de los excedentes de producción de la Unión Soviética y de los estados socialistas desaparecidos en la Europa del este.
Entonces el Estado ha determinado que la leche debe estar asegurada a razón de un litro diario para los niños menores de 7 años de edad.
Esto tiene relación con los estudios pediátricos que han determinado que los primeros cinco años de vida del ser humano son decisivos para el futuro potencial físico e intelectual.
Igualmente se ha procedido con las carnes.
Los especialistas cubanos han establecido una dieta mínima para los adultos.
En este país existe un potaje típico llamado "picadillo" que consiste en carne picada de res, ave o pescado y condimentada con otros ingredientes.
Es muy parecido al picadillo de paiche que los peruanos sabemos saborear en nuestros pueblos de la Amazonía.
Los nutricionistas han enriquecido al "picadillo" cubano con un agregado de soya y otros productos nutrientes.
La "dieta basal" o "menú del periodo especial" de los cubanos también está compuesta de una ración de arroz y otra de frijol negro.
Con arroz y frijol negro se prepara el típico arroz congrí o arroz moro, aunque por la escasez ahora casi nunca lleva carne de cerdo.
El plátano siempre está presente en la mesa de los cubanos. Hay varias formas de prepararlo, una de ellas constituye el famoso "tostón" que son rodajas de plátano machacadas con la mano dentro de un mantel o un pedazo de papel y luego fritas.
Tanto las raciones de alimentos como la ropa, zapatos y otros productos indispensables son adquiridos por los cubanos en las tiendas del Estado que ahora lucen casi siempre semivacías.

Bodega vacía en Cuba. 1993
ESTANTES VACÍOS. Una realidad dramática comprendida por la población como un periodo de austeridad necesario para remontar la crisis.

Para adquirir productos por este sistema hay que tener una libreta de abastecimiento donde se controla que todos reciban lo que les corresponde.
Los diplomáticos, técnicos extranjeros, turistas, etc., no sufren el impacto del duro racionamiento.
Ellos pueden abastecerse de todo lo que deseen en tiendas especiales llamadas "diplotiendas" (tiendas para diplomáticos) y en los bazares de los buenos hoteles de turistas que existen en esta ciudad y en el resto del país.
Aquí también ha surgido lo que podríamos llamar el "ingenio criollo" de los cubanos.
Si un cubano ha logrado conseguir dólares por trabajos extras u otros medios, buscan relacionarse con un extranjero para que puedan adquirir productos que no hay en las tiendas del Estado.
En los establecimientos para extranjeros solamente se atiende con la presentación del pasaporte pero, como en todas partes del mundo se cuecen habas, aquí también hay forma de tomar un atajo y alcanzar "lo prohibido".


Limpieza y tradición
¿Qué pasaría en Lima si de pronto se produjera el racionamiento energético que castiga hoy a Cuba por obra y gracia del bloqueo económico norteamericano y de la caída de la Unión Soviética?
Si ahora el problema de la limpieza pública, con su secuela de grandes basurales y alta contaminación de playas y del río Rímac, es una enfermedad poco menos que incurable; imaginemos la catástrofe que significaría quedarnos sin gasolina.
Sin embargo, ciudades como La Habana y Santiago de Cuba permanecen limpias, pese a la escasez de combustible para movilizar a los camiones recogedores de basura.
Frente a la emergencia, el gobierno cubano ha apelado a la creatividad y al alto grado de educación de su pueblo.
Los habaneros son muy disciplinados para depositar los desperdicios domésticos en originales cochecitos de metal con ruedas que hacen recordar a los pequeños vagones que utilizan los mineros para sacar mineral de los socavones al exterior.
El problema es que por la escasez de gasolina ahora no se pueden utilizar los camiones recolectores.
Entonces se recurre ahora a un tractor o un vehículo que utiliza petróleo diésel al cual están enganchadas una o dos tolvas que sacan la basura de la ciudad.
El ornato ha sido un tanto descuidado, pero no por negligencia, sino por la escasez de pinturas y resinas.
Sin embargo, hay mucho contraste entre lo que es ahora La Habana Vieja y la llamada Lima Cuadrada.
Y conste que ambas ciudades han sido consideradas por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.


Cola de esperanzas
Las colas son manifestaciones íntimamente vinculadas a todo tiempo de escasez y racionamiento, aquí en La Habana como en cualquier parte del mundo.
Pero las colas de esta hermosa ciudad tienen sus propias características.
Los habaneros hacen colas para tomar una "guagua" (ómnibus) y, como gustan muchísimo de los helados, no dudan en formar una larguísima cola y esperar hasta una hora para poder disfrutar de esa refrescante golosina.

Cola para comprar hamburguesas. Cuba 1993
A LA COLA. Habitual escena en un restaurante estatal.

Y no hablemos de la barahúnda que se produce cuando en alguna tienda del Estado se ponen a la venta hamburguesas.
Con su característico hablar nasal y atropellado, hombres y mujeres se disputan a gritos una buena ubicación en la cola. Los cubanos son fanáticos de las hamburguesas, más aún en este periodo de escasez de carne.
También se observan colas en los cinemas de La Habana cuando se ofrecen festivales de grandes películas.
El habanero es cinéfilo. No obstante que la inmensa mayoría tiene televisor, refrigeradora, y otras modernas comodidades domésticas, ellos gustan mucho de asistir a los festivales de cine.
Cuando lo hacen van en pareja o con toda la familia, vestidos con sus mejores trajes. es todo un acontecimiento para ellos.



Fotos: César Terán Vega

Artículos anteriores sobre Fidel Castro y Cuba:
- Cuba correrá el riesgo de buscar nuevos mercados (6 de marzo de 1993).

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