En los televisores de los restaurantes ya sonaba el himno uruguayo. ¿A dónde voy? me pregunté. ¿A casa? ¿A la Buhardilla? ¿O voy a El Firme, el cercano restaurante de mi viejo amigo Alberto Carrera? El tiempo apremiaba así que tomé la opción más inmediata.
No vale la pena referir en esta dolorosa crónica toda la esperanza que nos embargaba en los primeros minutos del partido. Tampoco creo necesario reseñar, en detalle, las expresiones de inconmovible fe que todos alimentábamos esperando que nuestros jugadores pudieran tramontar ese madrugador 1-0 que llegó a los 6 minutos del primer tiempo.
A partir de ese momento, lo que acontecía en la cancha del Centenario de Montevideo se reflejaba en cada una de las mesas de El Firme. Lo recalco, el inicial entusiasmo se transformó en fe, en confianza en nuestras propias fuerzas y virtudes.
Alguien gritó: “¡Ese juez es chileno!" ...Casi de inmediato sobrevino el cuestionado penal. La cólera, el desánimo, la impotencia, se extendieron en la cancha uruguaya y en nuestros corazones como una mancha negra, imborrable, insoportable.
Paolo Guerrero sucumbió a la impotencia y a la rabia. Perdió todo control y su expulsión fue una pedrada en ojo tuerto, un inútil haraquiri. Unos dicen que fue una forma de salvar su responsabilidad y otros opinan que se trató de una reacción ante los despropósitos de la mafia que conduce la Federación Peruana de Fútbol (FPF).
Juan Vargas estaba disminuido físicamente, tuvo que ser cambiado. A esa altura todo el equipo tenía el alma en el suelo. Unos hubieran querido estar muy lejos de la cancha y otros, los más honestos, deben haber deseado que se los trague la tierra.
Y vino el tercer gol, el cuarto, el quinto...Frank, un niño de 12 años edad, hijo del dueño del restaurante, sobresaliente estudiante en su colegio, hincha de la U e integrante de las divisiones de menores del Cristal, no soportó más.
Se puso de pie, las lágrimas pugnaban por desbordar su tierna y diáfana mirada. Antes de salir a la calle, inconsolable, protestó con inefable acento:
-Por sí acaso… ¡Desde ahora no soy peruano!
“Señor” Manuel Burga, señorones cómplices de la FPP y del Instituto Peruano del Deporte, ¿se dan ustedes cuenta del daño inmenso que están haciendo a nuestros niños y adolescentes?. Ustedes están contribuyendo criminalmente, al igual que poderosos grupos financieros y políticos, a cultivar en nuestros futuros ciudadanos una cultura derrotista, acomplejada y frustrada.
Ya han lucrado y han comido en plato hondo en puestos literalmente vitalicios que no se condicen con un país supuestamente democrático.
Ahora ya no basta que guarden silencio y se escondan en su cínica caparazón, ha llegado el momento definitivo. ¡Váyanse!
El gobierno, nuestras autoridades deportivas deben comprender que el chantaje de la desafiliación de la FIFA -otra mafia internacional- no cambiará, ni para bien ni para mal, nuestro desastroso nivel futbolístico. Cuando se haya eliminado toda esta basura, nos reinsertaremos a nivel internacional, siempre y cuando nuestros gobernantes sepan reformar en profundidad nuestra sociedad incluyendo, por supuesto, nuestras organizaciones deportivas.
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