viernes, 8 de enero de 1988

Murió Tealdo, gran maestro del periodismo

- Amigo entrañable de Sérvulo Gutiérrez, fue forjador de una brillante generación de hombres de prensa.

- Su vida azarosa y deslumbrante llena toda una época de la pluma.

Alfonso Tealdo Simi, gran maestro del periodismo peruano, aquel de la pluma sutil, ágil y punzante, discípulo de Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre; amigo entrañable de Sérvulo Gutiérrez; forjador de una brillante generación de periodistas; murió ayer en una clínica de Chorrillos, a los 75 años de edad.

Alfonso Tealdo (1914-1988)

Tealdo tenía una pasión insospechada por los gatos. Criaba 14 felinos en su casa. Aquí posa con uno de ellos teniendo como fondo un cuadro de su inolvidable amigo Sérvulo Gutiérrez.

Las maduras y nuevas generaciones que han tenido la deleitosa e ilustrativa oportunidad de saborear sus crónicas profundamente humanas, o de escuchar su famoso espacio radial: "La Voz y la Pluma" saben de la sabiduría peruana y universal de este último exponente del periodismo bohemio y comprometido que se va...

Pero Tealdo, el bohemio, el reportero, el entrevistador, el soñador y el político, para llenar más de cuatro décadas de la historia de la prensa nacional, no sólo fue triunfador en la tinta y el plomo de los linotipos. Su genio marchó a la par y aun se adelantó a la revolución tecnológica.

Cuando el boom de la televisión pretendió en nuestro medio desplazar al periodismo escrito y radial. Allí apareció Tealdo, ya triunfador, dueño de un nombre propio en las redacciones y el público, para dar cátedra de aquel género tan difícil y exigente como es la entrevista y que él dominó admirablemente desde sus primeros pasos juveniles.

Ya no estaba bien de salud don Alfonso desde hace unos cinco o seis años.

A comienzos de esta década se vio afectado por una peligrosa enfermedad a los ojos y tuvo que ser sometido a una operación.

No se quejó entonces por el dolor físico, ni por el temor latente de dejar de ver la luz del día en las calles de su Lima criolla y jaranera. Le sublevaba no poder dedicarse a su añeja pasión de devorar cuanto libro llegaba a sus manos.

Felizmente, para este lector impenitente y denodado, la ciencia médica le libró bien de aquel odioso mal de la visión.

Pero Alfonso Tealdo era un hombre de pasiones y manías superlativas.

Más le prohibían los médicos que se apartara del cigarrillo, y más humo echaba en sus noches interminables de bohemia o en las apremiantes y frenéticas horas de los cierres de edición que le tocó vivir con fruición en las mil y una redacciones que tuvo a su cargo.


El definitivo adios

Esta adicción al trabajo, matizada con los brindis copiosos de inolvidables y fecundas tertulias, acabó por minar la resistencia de sus pulmones, sobreviniéndole un crónico efisema.

En la mañana gris y humeda de ayer, cuando una sutil bruma cubría cual manto piadoso las calles y los malecones de Chorrillos, la muerte inexorable se abatió definitiva sobre este guerrero infatigable de la pluma.

Fiel e imperturbable, como ocurrió siempre en los últimos 39 años de su vida; allí, junto a su lecho del adios final, estaba su esposa y compañera: Lourdes de Rivero Bustamante.

Dueño de una vitalidad extraordinaria, en sus impulsivos años adolescentes calzaba los guantes y se fajaba en los cuadriláteros de barrio con los más pintados boxeadores de su edad y de su peso.

Consagrados periodistas de hoy, que aprendieron de Tealdo en la cátedra vital y cotidiana de las redacciones y en el trajín insomne de los bohemios que navegan en las sombras para encontrar una y otra vez la hora azul del alba, lo recuerdan vital, rebelde y a veces insolente, buscando la camorra con sus fintas de pugilista y su terrible agilidad en las piernas para lanzar fulminantes chalacas.

Temprano lector de los clásicos franceses, terminó sus estudios secundarios en el colegio Angloperuano, cuyo local quedaba entonces en la plaza Francia.

Allí fue su profesor del curso de preceptiva Literaria, Raúl Porras Barrenechea, quien advirtió su facilidad para llenar cuartillas con un estilo precozmente ágil y depurado.

El gran maestro le aconsejó entonces que cultivara la narrativa y buscara realizarse en el género de la novela.

Alguna vez Tealdo recordaba que Raúl Porras le decía que el periodismo "no debe ser una profesión sino un puente hacia otras profesiones, una actividad pasajera o juvenil".

Muchos de aquella generación de intelectuales y bohemios, siguieron los consejos del maestro, pero Tealdo estaba hecho para navegar contra la corriente. Su destino ya estaba en el periodismo, pero aún él no lo vislumbraba. En 1943, alcanzó el primer Premio Nacional de Periodismo.

Periodista Alfonso Tealdo y amigos.

1948. De derecha a izquierda: Alfonso Tealdo, su esposa Lourdes, Doris Gibson y el párroco de Ancón

Ingresó a la Universidad Católica. En la secundaria había sido el primer alumno de su promoción y le apasionaban las matemáticas.

En la universidad se decidió por la neurocirugía, pero Carlos Pareja Paz Soldán "le puso el ojo" y lo animó a escribir para La Prensa.

Fue así que surgió su admirable e insuperada columna "Mirador".

Un poco antes, el año 1937, Alfonso Tealdo ya había escrito dos artículos para El Comercio.

Eran los años azarosos de la guerra civil en España.

Jorge Donayre, el "Cumpa" Donayre, uno de sus más aprovechados alumnos y amigo de sueños y aventuras compartidas, recuerda que cuando Tealdo estuvo en París, su vida corrió grave riesgo a causa de una enfermedad estomacal.

Por gestiones de César Miró, quien era representante del Perú ante la UNESCO, fue sometido a una delicadísima operación.

"Alfonso superó aquel defícil trance gracias a un by pass que los médicos franceses consideraron una obra maestra de la cirugía", recuerda Donayre.

Luego se desempeñó en México como Agregado Cultural y de Prensa y, cuando regresó al Perú, incursionó fugazmente en la política, haciendo la campaña del Frente Democrático Nacional.

De aquella época el propio Tealdo rememoró en una entrevista con La República: "Al regresar de México, Raúl Porras me contactó con Alfonso Belmont, dueño de una imprenta en la avenida Restauración de Breña. Allí tenían una máquina para imprimir los envases de sus productos de droguería. En esa máquina saqué la revista Gala.

Antes de esa experiencia ya Tealdo había escrito con éxito en la revista Turismo.

En Gala escribían junto con Tealdo, periodistas que después alcanzaron gran notoriedad como Raúl Villarán Pasquel, Guillermo Cortez Núñez Cuatacho; recientemente fallecido, y Guido Monteverde.

Por entonces ya colaboraba asiduamente con Tealdo, su entrañable amigo Sérvulo Gutiérrez, con quien solía pasar noches interminables en el famoso bar Zela de la Plaza San Martín.

Tealdo definía a Gala como "una revista societal, es decir mediando lo frívolo y lo socioeconómico y con tendencia izquierdizante".

Luego se distanció por discrepancias con los Belmont y prosiguió su brillante trayectoria en la revista Ya, donde trabajaba el poeta Alejandro Romualdo haciendo las carátulas.

Donayre recuerda que Ya era un semanario que revolucionó la época y contaba con plumas realmente notables como Pedro Álvarez del Villar, Pedro del Pino Fajardo, ya fallecido, y Napoleón Tello.

Pero tal vez uno de los mayores éxitos periodísticos de Tealdo fue el semanario Pan, a donde llevó a una generación de estudiantes sanmarquinos, por ese tiempo de tendencia izquierdista, que integraron toda una escuela en la historia del periodismo nacional.

Entre ellos figuran Mario Miglio, Arturo Salazar Larraín, Alfonso Grados Bertorini, Manuel Moral y otros.

"Yo conocí a Tealdo en Pan a donde llegué como corrector de pruebas", recuerda César Lévano.

Lévano recuerda que en cierta oportunidad, Tealdo tuvo una expresión que podría resumir toda una lección de lo que debe ser el estilo periodístico: ágil, profundo, pero a la vez sencillo y diáfano como para que lo entienda el lector común y corriente.

Se refería a la felicitación que recibió Tealdo de Jorge Basadre por un artículo que había escrito para La Prensa. Cuando siguió caminando se encontró con el Negro Ron, famoso portero del diario de la calle Baquíjano, quien lo felicitó igualmente por el mismo artículo.

Periodista Alfonso Tealdo y esposa

Seleccionando fotos con la ayuda de su esposa


En La Prensa, Tealdo logró verdaderos sucesos periodísticos con sus famosas entrevistas a Orson Welles, Walt Disney y Gregorio Marañón.

Su columna Mirador se convirtió, en el mundo de la radiofonía, en aquel espacio notable La Voz y la Pluma en el que Tealdo ponía el texto palpitante de los más diversos temas y un locutor profesional escogido por él mismo le daba vida leyendolo con la fuerza emotiva necesaria para calar en el oyente.

Su más reciente incursión en la televisión es ya por todos conocida, como aquel espacio político Pulso.

Velorio de periodista Alfonso Tealdo

Los restos de Alfonso Tealdo se están velando en el local de la Federación de Periodistas del Perú, donde sus colegas y amigos más cercanos montan guardia permanente.

Su muerte ha conmocionado al gremio periodístico y a la intelectualidad. El lector del pueblo tampoco olvidará aquella sutil sensibilidad de Tealdo para emocionarse o indignarse con las alegrías y los sufrimientos de los humildes.

Ayer, tras conocerse la noticia de su muerte las máquinas de las redacciones enmudecieron por un momento.

Su palabra y su acción serán siempre estela y guía de las nuevas generaciones de periodistas. Y, para los que lo conocieron de cerca, su inconfundible voz menuda siempre resonará en cualquier esquina de la vieja Lima bohemia..."¿Y...pugilista? ¿Cómo estás?

Artículo publicado en el diario La República el 1º de agosto de 1988