sábado, 24 de mayo de 2014

¿Por qué tanta oposición a la ley universitaria?

Artículo de opinión del historiador y ex rector de San Marcos, Manuel Burga, dedicado a César Terán Vega

- Diario El Peruano, 16 de mayo de 2014

Mencionaré dos publicaciones recientes. La primera que circuló ampliamente como un discurso de Noam Chomsky, titulada Asalto neoliberal a la universidad, donde –desde su experiencia universitaria norteamericana– denuncia con fuerza la burocratización creciente de estas instituciones. Este discurso estuvo precedido por el libro de Benjamin Ginsberg, polémico politólogo de la U. Johns Hopkins, denominado The Fall of the Faculty (La decadencia del docente), 2011, que alude al núcleo de este mismo problema y donde el título lo dice todo.

En algunos países de América Latina encontramos una situación como la que describe Ginsberg: universidades con burocracias administrativas doradas, preocupadas en contar, medir resultados, evaluar incidencias, evitar la fiscalidad y establecer balances en azul . Menos gastos corrientes, más infraestructura, equipamiento y bases virtuales de datos. Más estudiantes por supuesto y los docentes en un segundo plano.



Este es el nuevo modelo de universidad tan cuestionado en Chile por el libro de María Olivia Mönckeberg, Con fines de lucro. La escandalosa historia de las universidades privadas en Chile (2013), en el que encontramos una situación como la tipificada por Chomsky y Ginsberg.

Lo nuevo y reciente en esos países es que ha surgido una reacción de los Estados. En Chile, donde no existe el D.L. 882 que promueve la inversión privada en educación, la sociedad civil, el Estado y los jóvenes políticos en el Legislativo se enfrentan a esta situación y no sabemos aún el desenlace.

¿Qué sucede en nuestro país? Existe una propuesta de nueva ley universitaria que se encuentra en la mesa directiva del Congreso de la República. Igualmente, el Minedu ha decidido proponer una Superintendencia que represente al Estado en esta suerte de zafarrancho universitario que azota al país, 141 universidades para un país como el nuestro es una locura semejante a la minería informal.

La nueva ley universitaria es seguramente perfectible, pero su intención explícita es devolver la calidad, dignidad y perspectiva nacional a la universidad peruana. Sin embargo, la oposición parece venir de muchos frentes y hasta la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) se da el lujo de convocar a marchas y quebrar organizaciones docentes como Fendup. ¿Pero por qué tanta oposición? Algo muy simple: unos piensan que la nueva ley universitaria debe echar a sus adversarios, otros se oponen por conservar sus puestos (los rectores), los dueños (se oponen) por cuidar sus inversiones, los estudiantes (los que se oponen) defienden la llamada “autonomía” para continuar con el facilismo o para medrar en los cargos en las públicas.

Recuperar la calidad, devolverle la naturaleza propia de la universidad, promover la investigación, que la universidad no tenga como fin supremo el lucro, exige un esfuerzo de todos por el bien del país, del futuro y de nuestras familias. Esta abundante oposición es parte de la crisis moderna de los valores que subyace ante un proyecto de nueva ley universitaria que apunta a promover el bien común y un esfuerzo por la nación (Dedico este artículo al amigo entrañable César Terán, gran periodista).

viernes, 23 de mayo de 2014

La huella del cazador de colibríes

- Pasado el shock recordemos la imagen humana de César Terán

- Por: Luis Eduardo Podestá

Si se hubiera dado el orden natural de las cosas debía haber sido César Terán quien estuviera en mi sepelio y no yo en el suyo. Pero la vida nos enseñó, una vez más, que no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestra propia salud ni de nuestro propio cuerpo. Lo único indeleble es el espíritu, es el recuerdo de lo que hicimos y que dejamos como huella de nuestro paso por el mundo.

Me tocó estar internado en otro hospital y cuando César me llamó al celular el 7 de febrero estaba de magnífico ánimo. Me acababan de operar de próstata y aún estaba sometido al severo tratamiento posoperatorio y la voz de mi hermano, más que colega y amigo, sonaba optimista y llena de alegría y esperanza. Antes llamó a mi casa y mi hijo Luis le informó que, como yo le había anunciado semanas antes, me habían operado el miércoles 5 de febrero.

–Somos vecinos, hermano. Solo nos separan unas pocas cuadras –me dijo.

En efecto, él estaba ya desde unos meses antes en el Hospital Almenara y yo en el sexto piso del llamado Hospital de Emergencias Grau.

Me dijo que quizá nos darían de alta “en la próxima semana” y podríamos reanudar nuestras sesiones sabatinas en el Palacio del Inca, de donde se originó el nombre de Cofradía del Palacio para el grupo de colegas que concurríamos allí para comer cebiche, beber cerveza Cusqueña y a conversar de todo tema imaginable.

César Terán y Luis Eduardo Podestá en una de sus acostumbradas tertulias
Pero la historia de la Cofradía tiene antecedentes en otros bares donde solíamos reunirnos desde muchos años antes. Uno de los últimos fue “El Firme” en la segunda cuadra del jirón Ica, donde César, yo y ocasionales concurrentes, dábamos el lujo de tomar cerveza en “margaritos”, que animaban largas horas de conversación.

César hablaba en algunas ocasiones de él y su familia, la pérdida de su esposa y su primer hijo, y su sensibilidad le tocaba fibras que humedecían sus ojos. Contaba de los personajes que habían rodeado su vida universitaria de San Marcos y sus primeros años en el periodismo en periódicos como los desaparecidos La Crónica y La Prensa y diseñaba a todos con un toque descriptivo tan fiel, que quienes lo escuchábamos imaginábamos el escenario correcto de la anécdota.

Hablaba también de sus planes literarios, especialmente de un cuento que no sé si llegó a escribir. Se trataba de un hombre –lo conocí porque es de carne y hueso y vive- que llegó a capturar a un colibrí.

“El secreto del ‘cazador de colibríes’, algo tan difícil que es casi imposible por la velocidad en que el ave desaparece al menor signo de peligro, fue mantenerse hora tras hora inmóvil oculto en un arbusto vecino a unas flores que el pájaro visitaba cada día. Creo que ese fue el único que ha logrado atrapar a un colibrí y se merece un cuento”, decía.

Ya había experimentado la cercanía de la muerte. Recordaba que durante una excursión que hizo con sus condiscípulos del colegio secundario a Trujillo, se entusiasmó y pronunció un discurso al pie del monumento a La Libertad y habló del misterioso y lejanísimo año 2000, año, dijo, en cuyo día de su onomástico debía morir.

Terán, el primero de la derecha, y sus compañeros de secundaria tras el solemne discurso en el que pronosticó el día de su muerte (Trujillo, 22 de setiembre de 1963)
Pero ocurrió que el lejano 2000 solo estaba a la vuelta de unos años y el primer 22 de septiembre del nuevo siglo lo atrapó cuando trabajaba en La República. Convencido de que ese día debía morir como lo había pronosticado décadas antes, César abandonó el bullicio de la fiesta que se celebraba cerca al periódico, y se fue con la compañía de una botella de licor a un hotel cercano a esperar la muerte. Así estaba cumpliendo la palabra que dio a sus condiscípulos al pie del monumento a La Libertad.

Bebió unos tragos y se durmió. Su alegre sorpresa ocurrió cuando al día siguiente despertó y comprobó que vivía. Por la ventana vio un trozo de la plaza de Armas y el día que amanecía bañado en la hora azul que inspiró muchos de sus poemas y conversaciones.

Fue exagerado, verdad, porque emprendía todo lo que hacía con absoluta intensidad. Y es cierto que, lo recordó su hijo Vladimir durante la oración fúnebre con que lo despidió, que César Terán vivió no una vida sino diez, cien vidas, dada la profunda vitalidad con que transitó su existencia en este mundo.

Reencuentro con uno de sus amores juveniles, la guitarra
Quise esperar, César, un momento sereno, en que superado el shock de tu tránsito anunciado, pudiera retornar al mundo que me rodea, para recordar un poco de tu presencia enorme, revivir los momentos de bohemia, de debates alrededor de una mesa sobre literatura, poesía, periodismo, la naturaleza humana de las personas que nos rodeaban, y saber que, en definitiva, estás junto a nosotros quienes tuvimos la suerte de recorrer a tu lado, parte del camino que nos lleva a un destino común, irreversible.

lunes, 19 de mayo de 2014

‘Cigarrito’ triste


- La seño María del diario El Trome

El fotógrafo Gary nos habla sobre el recordado periodista César Terán en el diario de las Malcriadas

Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sabroso riñoncito al vino, con su papita picadita, hongos de laurel y un arroz banco graneadito. María, vino a buscarme mi amigo el veterano periodista de Política, ‘Cigarrito’. El periodista es tan flaco que es igualito de frente que de perfil. Se viste como chiquillo, con zapatillas, jeans y casaca. Las chicas lo piropean por atrás, pero cuando voltea y muestra su rostro pálido, surcado por decenas de las arrugas de sus casi seis décadas, las muchachas lanzan un grito de terror. ‘Gary, estoy triste porque muchos hombres de prensa de mi generación se están yendo al cielo.

Fui muy amigo del gran periodista César Terán, el jefe de informaciones de ‘La República’. Él pertenecía a la generación de profesionales cultos, que no solo eran excelentes redactores, sino que también escribían poesía y hacían docencia con los redactores jóvenes. Fue un jefe exigente y a la vez maestro. Y como no podía ser de otra manera, era amante de la bohemia. Con César nos encontrábamos en ‘Las pancitas’, en el jirón Quilca, allí bajaban los editores de los periódicos que tenían sus oficinas en el centro.



En todas las mesas encontrabas a colegas, muchos de ellos ya no están con nosotros, como el genial fotógrafo Carlos ‘Chino’ Domínguez o Jorge ‘Coco’ Salazar, el brillante redactor de ‘Caretas’. César Terán será recordado no solo por su calidad de persona. No era siniestro ni abusaba de su poder, como otros jefes amargados y malvados. Eso lo recuerdan todos los que tuvieron la suerte de trabajar con él. Lo velaron en el Colegio de Periodistas y allí me encontré con varios colegas a quienes no veía en muchos años. Me hicieron fiesta y como no podía ser de otra manera, compraron unas botellas de pisco ‘Biondi’ para recordar al buen César, que cargaba sobre sus hombros una gran pena, porque perdió a su esposa muy joven, en 1979.

Uno de sus hijos también murió en 2001. Se refugió en el trabajo, donde llegaba en la tarde y se quedaba hasta los agotadores ‘cierres de edición’. Le gustaba reunirse con los amigos para conversar y hablar de libros, literatura y toros. Con los años padeció de diabetes y después se le detectó un cáncer al hígado. Contra su voluntad tuvo que guardar reposo en su casa de La Victoria, de donde nunca quiso salir porque era estimado y querido en su barrio. Varios periodistas llegaban a visitarlo. Su muerte conmocionó el ambiente periodístico. Era muy querido y uno no quería pensar, que tipos como él, se podían ir”. Pucha, qué pena la muerte de este periodista. Ojalá que el señor ‘Cigarrito’ cuide su salud y se ponga un seguro, porque creo que no tiene y vive solo. Eso le pasó por mujeriego y porque no guardó pan para mayo. Me voy triste. Cuídense.

domingo, 18 de mayo de 2014

El vate que regalaba poemas

- Por: Jorge Sandoval Cordova

En un país de desconcertadas gentes vivía un poeta que fabricaba sueños con palabras y hacía castillos multicolores con ritmos que el alma le dictaba. Para sus amigos, era una especie de ilusionista de las figuras literarias. Creaba, imaginaba mundos de luz y esperanza conectando sus dedos al corazón y la mente.

Noctámbulo sempiterno, cultivador de inacabables bohemias, sabía multiplicar la amistad como en el milagro de los panes. No solo era un creador de notas hilvanadas con pasión periodística, con prosa vehemente que pintaba escenarios múltiples, también era un poeta de manos inagotables.

Por eso, a sus amigos no les sorprendía cuando, en la plenitud de la noche o madrugada, bendecido por la inspiración, sacaba su lapicero, cogía servilletas o las hojas de su libreta, y escribía versos de un solo tirón. Algunos los guardaba para después pulirlos en la tranquilidad del hogar, pero otros los regalaba a los amigos, sin correcciones, tal como los había escrito. Nunca se sabrá cuántos poemas regaló en las noches de bohemia, de charlas amicales, de intercambio de ideas. Solo se sabe que en cada uno de ellos iba impregnado el sentimiento, la alegría o el dolor del vate que repartía esencias de amistad.

César Terán -al centro, de chaleco- con los consagrados periodistas Domingo Tamariz, Humberto Castillo, Jorge Sandoval (autor de la nota) y Pedro Ortiz, en el Club de Periodistas del Perú

Quienes gozamos con él de aquellas interminables tertulias durante muchos años, hoy lo recordamos compartiendo con nosotros su vida, sus esperanzas, sus logros profesionales, sus sueños y humanos dolores.

Dentro de poco, sus amigos, compañeros de trabajos, sus entrañables paisanos cajamarquinos, le daremos la despedida terrenal antes de su partida a la eternidad para encontrarse directamente con la hora azul que tanto amó. Reunámonos hoy, antes de las tres de la tarde, en el local del Colegio de Periodistas (Canevaro 1474) para desde ahí acompañar su cortejo fúnebre rumbo al cementerio Parque del Recuerdo, en Lurín.

César Terán Vega, amigo, contertulio, confidente, combatiente de mil batallas, te decimos: ¡PRESENTE!

sábado, 17 de mayo de 2014

La vida en abundancia

Por: Armando Campos Linares

“Voy a buscar la vida en abundancia”, me dijo hace seis meses y sus ojos se encendieron y llenaron de lágrimas de emoción, porque César Terán Vega, periodista, escritor y poeta era así, conmovedor y real. Me dijo que le habían detectado cáncer al hígado y que estaba consciente lo que eso significaba.

Aquel diálogo fue íntimo en medio de una plaza de toros repleta de gente, expectante de la vida y de la muerte. Nos abrazamos como cuántas veces lo hicimos frente a las alegrías y a las tristezas, solo que esa vez un intenso frío me caló el alma.

Tremendo golpe de la verdad, empero ya sabía, desde siempre, que la vida solo es un breve tránsito y que, la esperanza es cierta, que aparece como una luz desde el instante que se instala el dolor.

Agradeció al cielo estar presente en el padecimiento, porque así se purifica el alma, me dijo. Y es que César era profundo creyente, amado amigo de Jesús, seguidor de su palabra, la que la difundía rigurosamente entre sus amigos cada semana. Ha dejado una lámpara encendida, la que no se apagará, al haber creado la tradición de colocar en la red social donde abundan sus amigos, colegas y familiares, la Palabra.

César Terán en la plaza de Acho


Lo recuerdo en su ingreso a La República, entregado al trabajo y a la bohemia. En aventuras propias de un gran periodista y escritor, porque no solo la lectura da belleza, también la experiencia de saber observar, palpar y vivir.

Sus crónicas plenas de calidad han quedado grabadas como lecciones de auténtico periodismo. En las noches de cierre en La República era el obligado redactor-editor de los temas principales, era un todo terreno, el que todo lo puede.

PERIODISTA TODO TERRENO. Terán lograba maravillas con el teléfono (Agencia Andina, mayo de 1984)

Es que César había salido de las vivificantes canteras de La Prensa, había pasado por la Crónica y recalado en la República donde dejó su maestría a disposición de destacados periodistas. Fue por Caretas y finalmente como editorialista en el Peruano donde marcó su madurez política y solidez profesional como escritor centrado, veraz y contundente.

Entendido y entusiasta impulsor de las agremiaciones profesionales. La Federación Peruana de Periodistas (FPP) y el Colegio de Periodistas del Perú (CPP) le deben aquel empuje con ideas claras. Basta recorrer sus escritos en las redes y conocer su trasparente posición de presentar a los periodistas ante el país como legítimos orientadores, despojados de toda posición política u ambición personal. Somos servidores, por siempre servidores de la verdad, solía decir.

Y así era, personaje de la profesión, protagonista de la bohemia y de la poesía, escrita en la hora azul, aquellos instantes cotidianos en los que recordaba con el rocío de la mañana a su amada esposa Alcira, a su amado hijo Dante con los que hoy goza el eterno encuentro en la vida en abundancia. La fe es la certeza de lo que no se ve, César veía la verdad y por eso, siempre lloraba de emoción.

Alcira, Dante y César en el Parque de la Exposición, 27 de diciembre de 1970
Por eso, cuando me dijo que estaba tocado por el cáncer, me habló de Juan (10,1-10). “He venido para que tengan vida y la tengan abundante”, precisamente la última lectura insertada este último domingo en su cuenta personal en las redes sociales. César está en presencia de Dios, ahora sí, en la plenitud de la hora azul.

viernes, 16 de mayo de 2014

Pleno del Congreso rindió homenaje a desaparecido periodista César Terán


ANDINA. El pleno del Congreso rindió ayer homenaje al desaparecido periodista César Terán Vega con un minuto de silencio.

La solicitud fue canalizada a través de la Mesa Directiva del Poder Legislativo, en ese momento encabezada por el vicerpresidente del Parlamento Luis Iberico (APP-PPC).

El legislador Mesías Guevara resaltó la figura del hombre de prensa, fallecido esta semana, víctima de una enfermedad que no pudo superar. También transmitió sus condolencias el expresidente del Congreso Ántero Flores-Aráoz.

Terán se desempeñó como periodista en diversos medios de comunicación, destacando en los últimos años su labor en los diarios La República y en El Peruano, donde venía desempeñándose como jefe de la sección Opinión.

(Foto: Internet)

miércoles, 14 de mayo de 2014

La familia no solicita ninguna donación para fallecido periodista César Terán

Usando el nombre de César Terán Vega pretenden recolectar dinero

Tras el fallecimiento del reconocido periodista César Terán Vega, una persona identificada como Marcelo Escobar solicitó en Tacna, a nombre del diario La República, donaciones en favor de la familia del cronista y poeta.

La familia expresa su indignación, desmiente haber solicitado donación alguna y denuncia el accionar de Escobar, quien incluso facilitó un número de cuenta bancaria en el cual pidió depositen dinero para apoyara los deudos. Lo propio ha hecho el diario.

 Chota, Cajamarca, 25 de junio de 2013


El pedido se realizó ante Corporación ADC de Tacna. Tras la consulta realizada al diario se confirmó que se trata de una lamentable maniobra para recaudar dinero en el nombre de uno de los fundadores de La República y editor de opinión del diario El Peruano.


Fuente: La República 

martes, 13 de mayo de 2014

Falleció el gran periodista y fundador de La República César Terán Vega


El también cronista y poeta formó a varias generaciones de hombres de prensa. Sus amigos y colegas lo recuerdan en esta nota

- Publicado en el diario La República el 13 de mayo de 2014

El gran periodista César Terán Vega murió ayer a los 67 años de edad. Una penosa enfermedad se llevó a este cronista y poeta que dejó marcadas enseñanzas en esta y otras redacciones periodísticas. En La República fue por largos años jefe de informaciones del turno tarde. Allí enseñó y pulió a varias generaciones de jóvenes periodistas, que hoy sienten y lloran su partida.

Ellos recuerdan al "cajamarquez" –así le decían sus amigos– como el jefe exigente que hacía de cada cuadro de comisiones un "ucase" (decreto), pero también como el amigo de noches de bohemia.

César Romero, jefe de la sección de Judiciales de esta casa editora, lo evoca con nostalgia como "un hombre bonachón, emotivo y de gran sensibilidad social". "Siempre estaba bien informado. En sus cuadros de comisiones detallaba todo lo que quería de una nota periodística. Sus crónicas tenían mucho lado humano", rememora.

Otro entrañable amigo suyo de largas jornadas periodísticas en La República fue nuestro corresponsal de Huancayo, Manuel Tovar, quien lo recuerda como un maestro y amigo. "Tuve la suerte de trabajar a su lado y aprender los secretos del periodismo en los tiempos de las máquinas de escribir. Él ya se encuentra al lado de Dios y estará repartiendo comisiones y editando textos al lado de Percy Ruiz. También está junto a nuestro director fundador, Ing. Gustavo Mohme Llona... Ya descansa en paz con ellos".

Óscar Chumpitaz, periodista de Policiales de La República, también lo siente como "un gran maestro y su primer gran jefe". "El periodismo peruano entero llora, ya que perdió a uno de esos grandes hombres y mi amigo del alma", refirió.

AMÓ LA TAUROMAQUIA
Una pasión que compartió con amigos entrañables como Eloy Jáuregui fue la tauromaquia. Con él y otros amantes de las corridas de toros, compartieron esta afición, incluso llevaban a sus hijos a la fiesta torera como una forma de asegurar una tradición en la familia.

César Terán nació el 22 de setiembre de 1946 en Huambos, ubicado en Chota (Cajamarca). De allí le viene el amor por la tauromaquia.

Su vida familiar estuvo marcada por la tragedia, pues siendo joven perdió en 1979 a su amada esposa Alcira, y años después, en el 2001, a uno de sus dos hijos, Dante. Entonces el periodismo se convertiría en una razón de su vida para no darle tregua al dolor.

En los últimos tiempos, comenta el periodista Octavio Huachani, los estragos de su enfermedad, un cáncer detectado en el hígado, y la diabetes lo llevaron a refugiarse en su hogar de El Porvenir, en La Victoria. Allí lo visitaban algunos sábados otros amigos, destacados periodistas como Pedro Ortiz y Daniel Cumpa.

Los restos de Terán son velados en la sede del Colegio de Periodistas de Lima, en la Av. Canevaro 1474, Lince.

MI ADIÓS AL AMIGO

En Memoria de César Terán Vega

- Por Luis Alberto Guerrero Uchuya

Recordaré este lunes de mayo con dolor. Ha partido un amigo, uno de los cinco que conformaban ese club exclusivo de mis querencias amicales, que se forman poco a poco, vivencia a vivencia, no solo en el diario quehacer de lo cotidiano, sino en noches insomnes, en madrugadas elásticas de esas que le gustaban a César hasta rayar la aurora, y que en el fondo eran pura poesía.

“Aún no te vayas” me dijo un día, mejor dicho una noche de esas en que terminábamos la jornada periodística en el centro de Lima, y hacíamos la catarsis en algún hueco habitual con algunos cubas libres: “Quiero que me acompañes a ver la hora azul”.

No pensé que fuera una película, ya estaba acostumbrado a sus excentricidades, no diría locuras sino más bien inconformidades con lo anodino y lo que hacen los demás. Sabía de sus cualidades de poeta joven, sobre todo cuando recitaba a Machado puntualizando eso de “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

La vista se me nubla cuando recuerdo que esa noche caminamos por el jirón de la Unión rumbo hacia el norte, un tanto vacía la calle, con poquísimos noctámbulos, hasta llegar a la Plaza de Armas, en cuyo centro nos ubicamos al lado de la pileta bordeando el amanecer.

“Ahora esperaremos la hora azul” me dijo, y ante mi asombro de reportero avisado me explicó que es un momento efímero, casi un destello, que se produce en el cielo cuando acaba la noche y empieza el día. “Es cuestión de estar atento –me previno- pon en alerta tus sentidos, y verás que el cielo se pone azul”.

La negrura de la hora aún era manifiesta, creo que habíamos llegado muy temprano o yo no estaba a la altura de sus visiones. Me esforcé mirando, como él, hacia la Catedral, por donde debía romper el alba, esa madrugada inolvidable que ahora comento a sabiendas que ya él no está. Y conforme avanzaba el reloj, y solo uno que otro mortal se asomaba por la plaza, me advirtió que ya se acercaba: “Ya viene –me dijo- mira el cielo”.

Y como si hubiera sido una respuesta mágica, el negro cielo de Lima empezó a colorearse de azul, oscuro primero y luego brillante antes de dar paso al rojizo y después al naranja que caracteriza al amanecer. Yo estaba extasiado: asombrado, porque pese a haber nacido en el campo jamás había reparado en ese tránsito hermoso de la oscuridad a la luz, sobre todo porque siempre he dormido hasta tarde, comodón como soy.

“Ya conoces la hora azul” me dijo César muy serio “ya nos podemos ir”.


Ese era el César Terán Vega que recuerdo, cajamarquino, buena gente, amigo leal, compañero de mil entuertos, confidente a más no poder. Hubo un tiempo en que se dejó crecer la barba y su pensamiento se radicalizaba, pues era indeclinable adherente de la justicia social.

Trabajando en LA PRENSA, recuerdo, una noche en que matizábamos el trabajo con los brindis, en los huecos cercanos al diario, retornábamos a la chamba para cerrar la edición cuando los colegas se reían en nuestra cara pensando que ya estábamos perdidos. Ambos éramos responsables de la sección Cables (Internacional) y en el interín de nuestra ausencia los ocho teletipos habían funcionado a cien por hora desenrollando la noticia de que Anwar Sadat, el Presidente de Egipto había sido asesinado.

No había en ese tiempo computadoras. Largos rollos de papel eran impresos con las noticias en esos viejos teletipos, y dada la calidad de la noticia el tema Sadat había desplegado papel suficiente como para empapelar la redacción. Los demás colegas de la redacción, que no nos llevaban muy bien (eran tiempos de la intervención velasquista) creían que estábamos fritos.

“Separa el material, primero los leads por acá, luego los desarrollos, y aparte las semblanzas” le pedí. Para quienes no son periodistas, el “lead” de una nota es la entrada, el comienzo, la síntesis; el desarrollo cuenta el resto, y la semblanza es un perfil del personaje.

Me busqué un rollo de cinta scotch y poco a poco fui construyendo con su ayuda, como un rompecabezas, tres notas cortando pedazos de papel, un lead principal para la portada del diario, una nota más grande para los interiores, y luego llenamos otra página con los detalles del personaje y del evento. Todo en el tiempo justo, en esas horas de cierre que parecen angustiosas, porque si no cumples te pasan la guillotina.

Personalmente bajamos a talleres, no confiando en el “apuradito” (el conserje del diario) y le explicamos al linotipista lo que habíamos construido. El resto es historia, al día siguiente la información de LA PRENSA, como siempre, fue la mejor.

Ese era mi brother, mi contertulio, mi paño de lágrimas y yo de él. Su mayor tristeza, aparte de la muerte de su esposa, muy joven y cuando aún crecía la familia, fue la muerte de su hijo Dante. No quiero acordarme hoy como fue, pero compartimos esa pena como no lo pueden imaginar.

Ya en los 80’s y a punto de recuperarse la democracia, Guido Chirinos Lizares me convocó a un proyecto nuevo llamado “Crítica 80” y yo me lo jalé a Terán. Todo proyecto tiene sus horas agitadas, el cierre, pero también sus horas vacías.


“Crítica 80” se hacía en un viejo edificio de la avenida Brasil, cerca creo al Hospital del Niño, y lo primero que hicimos para matizar esas horas vacías fue buscar un hueco en las cercanías, que encontramos en territorio de Jesús María. Allí pasábamos tantas horas de charla, solos los dos, que un día de esos reparamos que en nuestros vasos de cubalibre las pepas del limón subían y bajaban, como si tuvieran propia vida.

Nos dimos a la tarea de descubrir la razón de ese fenómeno. Apelamos a nuestros conocimientos primariosos y secundarios, de la física y la química, y entre trago y trago veíamos repetir ese vaivén inexplicable de las pepitas, que tanto estaban en la superficie del trago como en el fondo, como impulsadas por una fuerza desconocida.

Finalmente después de tanto elucubrar, mientras llegaba la hora de volver a la chamba, convenimos en que era la gaseosa (la coca cola) la responsable del vaivén, pues genera en el ron algunas burbujas muy pequeña que se adhieren a la gomosa superficie de las pepas de limón haciendo en esa operación como una especie de salvavidas. A más burbujitas pegadas en la pepita, mayor flotación hay y más rápido subían, y zás! cuando llegaban a la superficie reventaban, y otra vez por su peso la pepa se hundía.

Ese era mi hermano, compañero de cosas nimias, como esta, y de cosas importantes, como aconsejarnos en la forma de vivir y progresar.

Esta mañana cuando Pedro Ortiz Barnuevo me escribió por el interno de mi face “Lucho, se nos fue el poeta” sentí que algo moría también en mí. “No me digas ¿cómo sabes?” fue lo primero que atiné a digitar, y luego la estocada: “un amigo de El Peruano me acaba de decir”.

Hay un dicho popular que dice “los hermanos te los da la vida, los amigos los eliges tú”. Es cierto, yo elegí como amigo a Terán, y él me eligió a mí. Como toda relación amical, esta, la nuestra, tuvo altibajos, porque un amigo no es solo para echar flores sino también para decir claridades. Fueron pocas las veces, sin embargo, más fueron las que he narrado en esta nota, que pretende ser una semblanza íntima al amigo que ha partido.

Adiós César, adiós hermano, me llevas la delantera nomás, prepara el terreno. Hay quizás formas más convencionales de despedir al amigo, yo simplemente le digo “Buen viaje querido César. Adiós hermano”.

Que Dios, si existe (alguna vez también debatimos eso) lo tenga en su Gloria. Descansa en Paz amigo querido, brother, párcero, cómplice y hermano, sobre todo lo último. Mañana ante tu tumba solo mi silencio podrá decir cuánto te extraño.

ADIÓS CÉSAR, POETA PERIODISTA

EL PERUANO. El periodismo peruano está de duelo: a los 67 años de edad partió el periodista cajamarquino César Terán Vega. Dejó cátedra a generaciones de hombres de prensa. A las 6 y 30 de la mañana de ayer, la hora en que la redacción de El Peruano y la agencia Andina empieza sus labores diarias, la larga sala se enlutaba con una noticia: César Terán Vega, el editor de la sección Opinión y encargado de elaborar las editoriales de nuestro diario, daba su último suspiro a la misma hora, en la unidad de cuidados intensivos del hospital Guillermo Almenara.

A César, finalmente, lo había derrotado ese cáncer en el hígado contra el que él luchó con fuerza, durante varios meses. A ello se sumó la diabetes. Pero inclusive, en el verano último, continuó alimentando con su pluma las páginas de El Peruano, postrado en su cama, convaleciente de una operación.


Paradojas, César nos dejó el día en que la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, su alma máter, cumplía un nuevo aniversario. Falleció a los 67 años de edad y decenas de periodistas lo lamentaron en su muro de Facebook, donde en estos meses su hijo Vladimir nos comentaba sobre su delicado estado de salud.
“César Terán era un maestro, de la crónica y de la amistad. Varias redacciones lo extrañarán”, escribió Juan Gargurevich. “Se va su pluma solemne, traviesa y soñadora, cargada de los tácitos símbolos de un poeta”, decía Juan de la Puente.

No falleció un periodista cualquiera, se nos fue Terán, cuya caballerosidad, buen oficio y poesía de la palabra nos acompañó por décadas. Se fue un maestro del oficio y por eso su velatorio fue anoche en el Colegio de Periodistas de Lima, en Lince. Era lo mínimo.

Ahí se recordó, entre anécdotas, el paso de César por las redacciones del semanario Caretas, los diarios La Prensa, La Crónica, Expreso, La República y El Peruano y la agencia de noticias Andina.

El periodista fiel
Tenía diversas cualidades: podía ser el jefe más exigente y curioso en diversos temas, dijeron. A la vez, fue de los bohemios que gustaban de la charla sobre los problemas del país y de la bella literatura. Un consejero que ponía a la familia por delante; para él, quien de joven había perdido a su esposa Alcira y, años después a uno de sus dos hijos, Dante, la familia era lo más sagrado.

Era un generoso compañero que tenía una gran sensibilidad por los temas sociales, lo que le permitió escribir también grandes crónicas a su paso por los distintos medios. A la par, tenía un amplio conocimiento de la realidad del país, de la política y, sobre todo, la vida.

Era de los periodistas de fuste, que tomaba el oficio como un apostolado. No era raro verlo culminar sus labores pasadas las 10 de la noche y aún tener cuerpo para tomarse unos tragos comentando las vicisitudes del día. “En esos encuentros aprovechaba para escribir poemas sobre cualquier servilleta de papel que encontraba”, recordaba a la agencia Andina Octavio Huachani, con quien trabajó en los años ochentas. En los últimos años también se metió en el mundo cibernético y alimentó el blog La Buhardilla, visiones del Perú y el Mundo.

Como buen hijo de Huambos, provincia de Chota, región Cajamarca, César era apasionado de la tauromaquia y cronista taurino. Por ello, junto a su hijo Vladimir alimentaba un blog y un portal dedicados al tema.

Lo agradable de él, como recuerda César Chaman, es que no imponía un fanatismo. “Era muy respetuoso de quienes estaban en contra de los toros. Lo mismo, su hinchaje por la ‘U’ era sosegado: gozaba con los triunfos de su equipo, pero jamás hacía burla del rival caído. Hasta en eso era un caballero”. Es cierto, las redacciones no paran, lo sabes, César. Pero los buenos ejemplos quedan para ser seguidos. Hasta siempre, querido César. Maestro. Camarada.

SUS POEMAS

Camino del viento
Camino del viento
viajo hacia el ido tiempo
desalmado, descorazonado
moribundo
rebusco vidas extinguidas.
Camino del viento
vuelvo, sueño
aún batallo
contra el Tiempo.

Aquí estoy (*)
Aquí estoy aún
en el rincón ignoto
burlando a la ladrona de la vida
aquella pérfida
ha marchitado las flores más amadas
depredó mis bosques ensoñados
derribó mil puentes
pero aún soy
estoy
en el mar
en la montaña
en el río
en mi ternura
una tarde cualquiera
o una madrugada parda
sin azul
un ocaso trágico
una retinta noche
¿quién lo puede predecir?
aquella pérfida
lapidará mis sueños y mis ojos
así ya no podrá regalarles mi corazón
todos los días
para qué sirve un pan sin horno
un reloj que ya no da la hora...

(*) Publicado en la revista Qué Tal, del Club de Periodistas del Perú.

Falleció el periodista y poeta César Terán


Dejó escuela en La República, cuando se desempeñó como jefe de informaciones en plena dictadura. Su cuerpo es velado en el Colegio de Periodistas de Lima.

LA REPÚBLICA.- Luego de una larga lucha de varios días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Guillermo Almenara, el recordado periodista y amigo de esta casa editora, César Terán Vega, falleció esta mañana.

El hombre de prensa de 67 años, natural de Huambos, Cajamarca, estaba internado desde hace poco más de tres semanas en el referido establecimiento médico.

Recordado por sus amigos como un hombre amable, y por sus colegas como un periodista exigente, Terán Vega dio cátedra a todos los jóvenes que trabajaron con él, ya sea en La República, El Peruano y otros medios.



En este diario, se inició en la sección de policiales para luego desempeñarse como jefe de informaciones, en plena década de los 90 dejando escuela en todos los que trabajaron con él y vieron esa pasión con la que se dedicaba al periodismo. Amante de la tauromaquia, Terán también se daba tiempo para desarrollar una de sus artes preferidas: la poesía.

“Excelente profesional” son las dos palabras que la mayoría de periodistas utiliza para describir al hombre de prensa, cuyo cuerpo es velado desde las 6 pm en la sede principal del Colegio de Periodistas de Lima, ubicado en la avenida Canevaro 1474, en el distrito de Lince, a dos cuadras de la intersección con Salaverry.

¡Hasta siempre, maestro!