domingo, 28 de junio de 2009

La huella que nos deja Guillermo Sheen Lazo

Ha fallecido un combatiente de los derechos laborales del Perú

Gran luchador sindical y periodista insobornable defensor de los derechos y libertades de su pueblo, Guillermo Sheen Lazo se ha marchado en silencio este sábado 27 de junio, pero nos deja como herencia la bandera invicta de la justicia social.

Su desaparición física no significa un “enorme vacío difícil de llenar” como se suele decir a la muerte de un gran combatiente. En este caso su liderazgo permanece vigente, las tareas que él ha estado compartiendo hasta sus últimos días están allí como ejemplo y reto para nosotros y para los peruanos que vendrán.

El 29 de abril del año pasado el Gobierno condecoró a Guillermo en Palacio de Gobierno con la Orden del Trabajo, junto a personalidades como el periodista y ex ministro de Estado Alfonso Grados Bertorini, el educador Luis Jaime Cisneros y el literato Estuardo Núñez Hague.


Raro pero necesario reconocimiento a un luchador social que durante más de medio siglo supo mantenerse firme al lado de los trabajadores, soportando prisiones, persecuciones, marginaciones y otros mil sinsabores como consecuencia de oponerse tenazmente a los grupos de poder político y económico en todos los gobiernos.

Hasta el último momento, superando las dificultades físicas de sus 86 años de edad y problemas coronarios, estuvo firme coordinando con la dirigencia de la CGTP las acciones más convenientes para consolidar y fortalecer la lucha sindical en estos días críticos.

En los años más duros de la dictadura fujimorista lo recuerdo como infatigable articulista del diario La República luchando contra la maquinaria del poder que arrasó con grandes conquistas laborales que tanto sacrificio habían costado a los trabajadores de nuestro país.

Cuando él país retornó a la democracia, la pluma de Guillermo siguió librando batallas en defensa de los derechos de los trabajadores reconocidos universalmente, pero avasallados y manoseados sistemáticamente en el Perú.

El 15 de enero del año 2004, publicó en La República el artículo: 85 años de las ocho horas plenamente burladas.

Allí denunciaba la complicidad de la Autoridad de Trabajo con los empresarios que hacen tabla rasa de un derecho laboral fundamental: “Hace 85 años, el 15 de enero de 1919, los trabajadores conquistaron la jornada de las 8 horas, que se mantiene como oficial solamente en el papel. Los empresarios han "flexibilizado" este derecho imponiendo dos a cuatro horas adicionales sin pago alguno, como aporte voluntario del trabajador para reactivar la empresa. No aceptar esta "colaboración" puede terminar con el despido”.

Recuerdo que, en los años 70, en mis años de estudiante universitario, sin conocerlo personalmente, leía atentamente su columna Ocho Horas en el diario Expreso.

Fue un gran organizador de sindicatos (Casa Grace, Faucett), dirigente (Central Sindical de Empresas Particulares del Perú, Sindicato Faucett, Federación de Aviación Civil), asesor (Federación Bancaria, Confederación Nacional de Comunidades Industriales (CONACI), Sindicato Unitario de Trabajadores de Telefónica del Perú.
Participó en la reconstitución de la CGTP en 1968 integrando Comité Unificador de Organizaciones Sindicales (CUOS), y fue uno de los activos dirigentes que organizó el paro del 19 de julio de 1977 que terminó con la dictadura del general Francisco Morales Bermúdez.

Pero el carisma y liderazgo de Guillermo abarcaban aspectos aún más amplios y profundos de nuestra condición humana. Recordaba con fervor a su tierra cajamarquina de Cajabamba a la que prefería llamarla Gloriabamba como la denominó Bolívar.

Su orgullo era inocultable cuando evocaba a su padre el maestro cajabambino don Tomás Sheen Murga y la mirada se le humedecía con ternura cuando hablaba de su adorada madre doña Victoria Lazo Gonzales.

Amigo y contertulio interminable de obreros, poetas, maestros universitarios, pintores, conservaba algunos versos manuscritos de juventud que hablaban de amor y de una esperanza indeclinable por una vida solidaria y compartida para todos.
“No nací para hacer versos sino pero para combatir, pero no importa, si no soy poeta, mi vida es un poema”, me dijo en una de nuestras tantas noches de bohemia.

Había nacido un 12 de octubre de 1923, de manera que celebraba su onomástico el “día de la raza”, o “del indio”, o del “campesino”, hasta que a alguien se le ocurrió festejar los “500 años del encuentro de dos mundos”.

Aquel 12 de octubre sus amigos más cercanos nos reunimos en su oficina del jirón Camaná para felicitar a Guillermo Sheen Lazo por sus 500 años. Laureano Carnero Checa le obsequió una caja de botellas de tequila marca “Centenario” y todos firmamos un pergamino. Así era de jocunda y dicharachera la vida bohemia de este entrañable amigo que nos deja una profunda huella.



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